Hawkins, 1985. La lucha ha sido dura, pero por fin ha acabado. El peligro ha pasado y la infección ha sido sanada. Los adolescentes se relajan y pueden asistir al baile o volver a sus juegos de rol. Pero, de repente, la cámara mira hacia el cielo. Las nubes de tormenta acechan. Sobre ellas una sombra, una araña sobrenatural de dimensiones gigantescas les recuerda que no se ha acabado, que han ganado la primera batalla, pero la guerra sigue. El mal sigue muy presente y amenaza con volver y arrasar con todo. Quizá habéis destruido a mis peones, quizá habéis cerrado una puerta, pero yo ya he infectado vuestro pequeño mundo y me he colado por la ventana, parece querer decir.

El final de la segunda temporada de Stranger Things es épico.

Azota mentes

Hemos pasado miedo, aunque no sabemos de qué exactamente. Es algo terrible venido de otra dimensión sin alma y sin color, algo que no es humano y que trasciende nuestra propia comprensión.

Bienvenidos al horror cósmico o lovecraftiano.

Pero ¿qué es el horror cósmico?

Antes de empezar a explicar qué es, vamos al origen y nos quitamos el sombrero porque estamos ante uno de los padres del terror.

H. P. Lovecraft entra en escena y nos asusta con su modo de ver la vida. Acabamos de caer a un pozo húmedo, oscuro y profundo. Estamos dentro del horror lovecraftiano, también llamado horror cósmico. La narrativa de Lovecraft es precursora de un subgénero de la ficción de terror que enfatiza el horror a lo desconocido e incomprensible​, a lo extraño, a lo ilógico, en definitiva, a lo sobrenatural.

Las criaturas que surgen de sus letras son monstruos que devoran no sólo la carne, sino el alma, son más grandes que la vida y provienen de un mundo diferente y desconocido. Ya sean primigenios como, humanoides profundos y reptilianos del océano o fuerzas extraterrestres en forma de cono, nos esperan en las sombras para devorarnos.

Si nos fijamos en Stranger Things, el miedo adopta la forma de demogorgons, azota mentes o seres sombra de una realidad alternativa, pero ahí está. La sombra de Lovecraft es alargada.

Úrsula K. Le Guin, con su mirada de hija de antropólogo, trataba de empatizar con el diferente y se interesaba por los pueblos y costumbres distintas (ver https://www.equilibria.es/la-mano-izquierda-del-amor/) . Lovecraft en cambio, fue una persona elitista y temerosa, un burgués de educación puritana, de madre sobreprotectora y muchos prejuicios hacia los que no eran como él. Se cree que todo ello influyó en su terror a lo desconocido y al contacto con los demás. Le convirtió en una persona torturada por el miedo al cambio y a perder su identidad.

Nos advierte que, si investigamos demasiado y desenterramos los secretos, encontraremos que hay seres terribles y oscuros, dioses todopoderosos y temibles acechando en las sombras, criaturas cuya evolución o retorno implica nuestra destrucción.

Si Le Guin transmite en sus novelas que todos somos iguales, que conocer otras culturas es interesante, que viajemos e investiguemos y abracemos la diferencia sin miedo, Lovecraft nos previene de lo contrario.

H.P. Lovecraft avisa. Nos rodean seres superiores, dioses primigenios terribles o criaturas venidas de otras dimensiones o galaxias que buscan su supervivencia, aunque ello pase por nuestra aniquilación o asimilación.

No habrá sangre, no dará tiempo a luchar, simplemente desapareceremos.

Pero si en este tipo de horror no hay sangre, ¿cómo consigue Lovecraft el desasosiego, como nos acerca a este terror de lo que se esconde en el desván del abuelo, a esa sensación de que el mal nos vigila?

Pues lo hace con una ambientación vieja y oscura, llena de polvo y telarañas, pesimista y decadente, con una prosa llena de descripciones asfixiantes y opresivas, con el acercamiento a la mente de unos personajes que caen en pozos de desesperación y locura. En sus relatos la acción es mínima, pero con cada nuevo renglón las mentes de las marionetas se rompen.

Sus personajes no se mueven apenas de casa, pero escriben cartas o diarios desesperados, relatan viajes suyos o de sus familiares, abren cajas de Pandora y descubren secretos ocultos y terribles. Sus mentes divagan y se pierden en la locura de no entender qué es real y qué no, se sumergen en la desesperación de haber, por error, abierto la puerta del infierno.

El miedo al diferente se proyecta en forma de pesadillas.

¿Entonces el horror cósmico es simplemente miedo a lo desconocido? ¿Es el clásico miedo a las sombras y a la oscuridad?

Pues no exactamente.

La mayoría de los estudiosos de Lovecraft coinciden en que para hablar de horror cósmico tiene que haber soledad y desesperación. El personaje debe sentir una sensación de abandono por parte de los hombres y los dioses en un mundo sin trascendencia. Es decir, el protagonista debe descubrir que los humanos estamos solos o abandonados. Entender que el mundo no tiene sentido y que las criaturas que lo pueblan son crueles y juegan con nosotros.

Qué pensamiento tan nihilista, ¿verdad?

Uno de mis relatos favoritos es La habitación cerrada (Lovecraft y Derleth). En él, el protagonista llega a la casa de su abuelo fallecido para hacerse cargo de la herencia que incluye una casa y un molino. Pronto descubrirá, sin embargo, que la casa esconde un oscuro secreto cuyo foco principal es una habitación prohibida que permanece cerrada. El relato no necesita de mucha acción. La llegada del protagonista a un pueblo misterioso, una casa con un secreto, una atmósfera opresiva que va en aumento y que atrapa al personaje principal en una red de araña de la que no puede ni debe salir.

¿De qué nos suena este argumento?

Nos suena porque es utilizado en la mayoría de las películas o series de horror sobrenatural que existen. Puede que Lovecraft no fuera una gran persona o el mejor escritor de prosa, pero desde luego era un genio.

“Si hay algo que nos salva en este mundo es la incapacidad de la mente humana para correlacionar todos sus contenidos. Vivimos en una isla de ignorancia en medio de los mares negros del infinito y no estamos hechos para viajar lejos…”

Así empieza, en un adelanto de lo que nos encontraremos, otro de mis relatos favoritos de los mismos autores: “La sombra fuera del espacio

En él, el protagonista sufre amnesia. Sus recuerdos han sido reprimidos. Poco a poco y gracias a un terapeuta que le pide que explique sus sueños, irá recordando y descubriendo que unos extraños seres, llamados la gran raza, pueden moverse por el espacio tiempo y buscan nuevos cuerpos donde alojarse. Para ello desplazan las mentes de sus receptores haciendo que caigan en la amnesia y la locura.

Qué puede ser más terrorífico que eso.

En el relato “El color del espacio exterior” (H. P. Lovecraft, 1927) Los personajes ven interrumpidas sus plácidas vidas por un meteorito caído del cielo cuyo color tiene unas tonalidades nunca vistas. Lo que, en un inicio, parece algo inofensivo, infectará su entorno y hará que sus vidas, sus cuerpos y sus células muten hasta llegar a un trágico final.

Si queréis acercaros más a la historia, recomiendo, además de leer el relato, ver dos películas excelentes y bastante recientes basadas en “El color del Espacio Exterior”:

Colour out of space (Stanley-2019)

Aniquilación (Garland-2018)

De nuevo la atmósfera dolor e inevitabilidad se cierne sobre ellos. Lovecraft atrapa, párrafo a párrafo, en una trampa sin salida. Para añadir más angustia, en esta historia, igual que en “La sombra fuera del espacio” volvemos a encontrarnos con el desagradable concepto de horror corporal, que ha sido utilizado en numerosas películas con mucho éxito (La mosca, 1986 Cronemberg), y que aquí aparece ligado al horror cósmico. Una materia o experimento que deforma nuestra realidad física y orgánica conocida.

En la literatura actual, podemos encontrar numerosos autores que se inspiran en Lovecraft o en su escuela. La sombra de Lovecraft es alargada. El camino comienza por Derleth y los primeros apóstoles de Lovecraft y llega hasta nuestros días. Yo misma, baso muchos de mis relatos en ese miedo a lo desconocido que nos rodea y nos acecha, en esa certeza de que no hay salvación posible porque los monstruos nos tienen rodeados y juegan con nosotros.

Uno de los autores actuales que utilizan este terror cósmico en sus novelas y que a mí más me gusta personalmente es Emilio Bueso. En su excelente Extraños Eones (Valdemar 2014) Emilio baja a los infiernos del antiguo Egipto para recordarnos que los dioses son crueles y que nuestras vidas les tienen sin cuidado.

 

Volvamos a Hawkins y a sus brechas de realidad.

¿Qué es lo que hace tan interesante la serie Stranger Things? ¿Son quizá sus referencias ochenteras? ¿La excelente banda sonora? ¿La magistral actuación de los actores? ¿Los efectos especiales y la ambientación? ¿El guion o los diálogos?

No dudo que todo ello influya, pero para mí, lo mejor de la serie es el tema.

El tema en literatura es la idea global que sustenta la acción y la trama. Ese trasfondo oscuro y despiadado, que tanto nos gusta a algunos. En la serie, el tema subyacente es la lealtad y la amistad de unos amigos que lucharán contra fuerzas sobrenaturales, pero también el caos y la futilidad de la vida. Perderán mucho en esa lucha.

Tanto personajes infantiles como los adultos son seres solitarios llenos de traumas que conocerán la terrible realidad de la existencia de otro mundo cruel y vengativo. Lucharán una y otra vez contra los monstruos y perderán la inocencia y los amigos por el camino.

Y nadie les creerá.

¿Espera, no era eso lo que hacía Lovecraft?

Bienvenidos al terror cósmico. Pónganse cómodos que hay que luchar contra monstruos poderosos y dioses primigenios.

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Susana Torres Cabeza
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Comentarios

  1. Me ha gustado el artículo, enhorabuena, Susana.

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