Hoy me he enterado de una noticia que me ha dejado en silencio un buen rato. Val Kilmer, el actor que para muchos de nosotros fue el insolente y valiente Madmartigan en Willow, ha fallecido a los 65 años.
Lo he sabido a través de un enlace que me ha llegado casi por casualidad, entre esos anuncios y titulares de cosas que me abruman a diario cuando abro el navegador, y que suelo cerrar de inmediato por costumbre. Sin embargo, un escalofrío hizo que me detuviera. Focalicé lentamente las letras del titular que me había llamado la atención y, al comprender su contenido, la noticia me golpeó de lleno.
Porque Kilmer no fue simplemente un actor más. Para quienes crecimos en los ochenta y noventa, fue un rostro familiar en esas películas que moldeaban nuestra imaginación, que nos hablaban de mundos imposibles, de magia, de valentía escondida y de destino ineludible. Y Willow, esa joya de la alta fantasía dirigida por Ron Howard y producida por George Lucas, fue una de esas películas.
Recuerdo perfectamente el momento en que vi Willow por primera vez. Era pequeña, y sin embargo, la trama de ese bebé marcado por una profecía, del joven granjero Nelwyn arrastrado a una aventura que sobrepasaba su pequeño mundo tranquilo —una aldea que evocaba esa paz casi bucólica de la Comarca de Tolkien, donde todo está en equilibrio hasta que lo extraordinario irrumpe—, y de Madmartigan, ese mercenario encantador del que no teníamos claro si amarlo o desconfiar, pero que igualmente, me dejó hechizada para siempre.
Kilmer era puro carisma, pura presencia. Se movía como un héroe y hablaba como un bufón, pero detrás de todo eso había un grado de ternura y valor, que nos hacía querer seguirlo hasta el final del mundo. Fue él quien marcó el inicio de un estilo de héroe irreverente que inspiraría a otros años después, como el inolvidable Jack Sparrow. Aunque ya existían precedentes como el Han Solo de Star Wars (1977) —también salido del universo de George Lucas— o incluso el pícaro Robin Hood en algunas de sus versiones más desenfadadas, fue Madmartigan quien lo hizo suyo en el terreno de la fantasía heroica, cambiando el rol del héroe al uso a partir de entonces.
Fue en Willow donde muchos descubrimos a Kilmer por primera vez. Solo él pudo darle al personaje el toque que necesitaba; por eso caló en nuestros corazones convirtiéndola en una película de culto. Más adelante llegarían The Doors, Batman Forever, Heat, El Santo… y otras tantas. Una carrera marcada por personajes complejos, magnéticos e inolvidables. Pero para mí —y sé que para muchos de mi generación también— siempre será Madmartigan. El guerrero deslenguado que nos enseñó que los héroes también pueden ser torpes, inseguros y profundamente humanos.
Hoy, al saber de su partida, he vuelto a mirar escenas de esa película con otros ojos. Ya no con la mirada de la niña que fui, sino con la de una adulta que comprende lo difícil que es sostener la magia con el paso del tiempo. Y, sin embargo, Willow sigue ahí, intacta, vibrante. Val Kilmer también, mostrándonos su sonrisa de medio lado y ese brillo en la mirada que decía: “sí, sé que esto es una locura… pero vamos allá”.
Gracias por todo, Val. Por esa película que guardo como un tesoro. Por todos los personajes que nos regalaste. Por recordarnos que a veces, la aventura más grande empieza cuando decides creer.
Descansa en paz, guerrero.
Y deja que por una última vez, te llame como los pequeños Brownies que te acompañaban:
Trailer Oficial de Willow (en inglés):
- Madmartigan, el héroe irreverente. – 2 abril, 2025
- Cuando San Valentín se celebraba con sangre – 14 febrero, 2025
- “La sustancia” y el amor propio – 12 febrero, 2025
Deja un Comentario