¿Qué es el amor?
Para los románticos es un sentimiento intenso que obnubila los sentidos. Una atracción apasionada y excluyente, la incapacidad de pensar en nada más que no sea el objeto de deseo.
En esa definición también podrían entrar las sensaciones fisiológicas derivadas de la privación de una sustancia. Pero, entonces, ¿acaso el amor es una droga?
La respuesta es sí y no.
Cuando nos enamoramos, el cerebro envía señales y nuestro cuerpo reacciona. Sudor, nervios, excitación en la presencia y ansiedad en la ausencia. Como los síndromes de abstinencia.
Ortega y Gasset, se refería al enamoramiento como “un estado de imbecilidad transitoria” y lo cierto es que acarrea cambios emocionales y cognitivos (alteraciones perceptivas, atencionales, aumento de hiperactividad e impulsividad o síntomas somáticos como trastornos del sueño o del hambre, etc.).
Pero a pesar de ello, nos gusta el amor. Nos sentimos felices inmersos en ese estado eufórico. No seré yo quien diga lo contrario.
Llegado a este punto podría hablar de las novelas de romance que inundan el género fantástico, las llamadas “Romantasy”, muy populares entre las más jóvenes y empalagaros con bombones y mordiscos en el cuello de bellos vampiros adolescentes. Y todo eso es genial.
Pero yo, que ya no soy tan joven, quiero algo más.
Para Aristóteles, el amor era simplemente la voluntad de querer para alguien lo que se piensa que es bueno. Así que he decidido dejar a un lado el amor romántico y su subidón químico y hormonal y hablar del amor en mayúsculas: LA AMISTAD.
Y lo voy a hacer de la mano de una las mejores maestras de la ciencia ficción:
Ursula K. Le Guin. Voy a hablar de La mano izquierda de la oscuridad.
Le Guin, fue una escritora erudita e inquieta. Una rebelde capaz de rechazar un premio Nébula o de criticar a Amazon. Una visionaria que se avanzó a su tiempo en muchos temas. En la novela mencionada, “La mano izquierda de la oscuridad”, Le Guin cuestiona nuestros prejuicios sobre sexualidad y moralidad y explora, con la mirada curiosa e inquisitiva de hija de antropólogo, el concepto de amistad.
En el diccionario, amistad se define como afecto personal puro y desinteresado, compartido con otra persona y que se fortalece con el trato.
Y es que al contrario que el amor, la amistad, si es profunda, es un afecto puro y desinteresado.
En la mano izquierda de la oscuridad, Le Guin escribe una novela compleja de muchas capas, pero cuyo mensaje principal es la construcción de una relación de confianza y afecto entre dos personas muy diferentes. La autora nos narra la amistad íntima entre dos hombres (o un hombre y un hermafrodita para ser exactos) de diferentes razas planetarias y alejados en formas de ser o pensar, pero que consiguen llegar a una fuerte conexión.
Por un lado, nos encontramos con el sr. Genly Ai, representante de la federación galáctica de mundos (Ekumen) que llegará al planeta Gueden (o invierno) para tratar de convencer, siempre persuadir y no dominar, a sus habitantes de que se unan a la federación.
Allí se encontrará con la resistencia al cambio. El miedo, el desafío, la suspicacia, las envidias y las trampas políticas, comunes en las formas de actuar de la humanidad, serán piedras en su camino. Pero también lo serán las diferencias culturales de unos habitantes cuyas vidas no están marcadas por diferencias sexuales, como las nuestras, sino por el estatus, la confianza y el shifgrethor (honor o lealtad).
Genly Ai se encontrará con extraños compañeros de viaje. Uno de ellos, Estraven, el otro de nuestros protagonistas, será al inicio una figura ambigua. Sus diferencias físicas, filosóficas y culturales primero serán una barrera, pero luego, como en las mejores relaciones, se convertirán en interés y aprendizaje.
Estraven acompañará a Ai en todo el proceso, primero de forma política, pero después también a nivel personal. Para ello ambos deberán dejar de lado sus prejuicios personales y bajar las barreras culturales. La amistad marcará profundamente sus vidas.
No quiero desvelar nada más, pues creo que es una novela de imprescindible lectura para todo amante de la ficción especulativa, desde luego, pero también para aquellos interesados en otras formas de ver el mundo.
Concluyo diciéndoos que este San Valentín disfrutéis de vuestros arrebatos dopaminérgicos. Bucead en las alteraciones sensoriales y cognitivas, entregaos a los subidones químicos del amor y dejaros llevar por la pasión…
Pero cuando os hartéis de amor romántico y síndrome de abstinencia, cuando os hastiéis de imbecilidades transitorias o simplemente deseáis volver a la calma, recordad, que, a la izquierda de la oscuridad, existe otro tipo de amor. Un amor libre de prejuicios e intereses, lleno de comprensión y aceptación del otro.
Un amor como el de Estraven y Ai.
Un amor llamado amistad.
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