El impacto de Oliver Twist

7 febrero, 2025 por Gemma N. Escarp

Hoy, 7 de febrero, se conmemora el nacimiento de Charles Dickens, uno de los escritores más influyentes de la literatura universal y cómo no, haré referencia a su icónica obra Oliver Twist. La capacidad del autor para plasmar la realidad social de su tiempo y dotar a sus personajes de una profundidad psicológica única lo convirtieron en un referente ineludible. Este año, además, el Museo Charles Dickens celebra el centenario de su inauguración, un testimonio vivo de su legado.

Para mí, Dickens no es solo un autor célebre, sino que ha sido un potente faro en mi desarrollo como lectora y escritora. Recuerdo con especial cariño la primera vez que leí Oliver Twist, una de sus novelas más emblemáticas. Era solo una niña cuando me sumergí en sus páginas, viviendo todas sus peripecias en el orfanato como si fueran propias, y desde entonces volví a ellas una y otra vez, fascinada por la historia del joven huérfano que debía abrirse camino en un mundo en extremo hostil. En aquellos días, su trama hizo que mi imaginación se tornase efervescente e incluso llegué incluso a inventar mis propias historias sobre una niña abandonada, inspirada en la lucha de Oliver por encontrar su lugar en el mundo.

 

Charles Dickens 

Charles Dickens nació en 1812 en Portsmouth, Inglaterra, y su infancia estuvo marcada por las dificultades económicas de su familia. Su padre fue encarcelado por deudas, lo que obligó al pequeño Charles a trabajar en una fábrica de betún a los doce años. Esta experiencia quedó grabada en su obra, caracterizada por una denuncia feroz de las injusticias sociales de la época victoriana.

Entre sus novelas más destacadas se encuentran Grandes esperanzas, David Copperfield, Historia de dos ciudades y, por supuesto, Oliver Twist. Con un estilo envolvente, Dickens creó personajes memorables que no solo representaban la dura realidad de los más desfavorecidos, sino que también ofrecían una mirada esperanzadora a la posibilidad de obtener cierta justicia, aunque esta fuera meramente simbólica o poética, una retribución que, si bien no siempre se daba en la realidad, sino que también ofrecían una mirada esperanzadora a la posibilidad de obtener cierta justicia, aunque esta fuera meramente simbólica o poética, una retribución que, si bien no siempre se daba en la realidad, encontraba su lugar en la narrativa como un balance necesario entre el bien y el mal.

Y de eso se trata precisamente esta web, de mantener un equilibrio en todo lo que nos rodea y no dejar que la injusticia nos arrolle, recordándonos que, aunque el mundo no siempre sea justo, las historias pueden ayudarnos a encontrar el camino.

 

Oliver Twist

Publicado en 1838, Oliver Twist narra la vida de un niño que, tras huir de un orfanato donde sufre maltratos, cae en las manos de una banda de delincuentes liderada por el astuto Fagin. En este submundo criminal, Oliver aprende los trucos del oficio, pero su nobleza y bondad innata le impiden sucumbir completamente a la corrupción. Es, en esencia, una historia de resistencia y supervivencia..

Lo que más me cautivó de Oliver Twist no fue solo la crudeza de su retrato social, sino la figura de los ladrones y estafadores. Dickens supo dotar a estos personajes de una complejidad que los hacía irresistiblemente humanos. Fagin, el Artful Dodger y el despiadado Bill Sikes encarnaban esa delgada línea entre la necesidad y la moralidad, algo que ha influido profundamente en mi propia escritura.

 

Mi mundo de rogues

Fagin «el receptor de bienes robados» de Oliver Twist

A menudo, en los videojuegos y libros de fantasía, se reitera una figura: los ladrones y pícaros (rogues) que comparten los rasgos de la astucia y las habilidades de los personajes de Dickens. La figura del ladrón como alguien ingenioso, adaptable y con un código de lealtades ambiguo tiene un claro eco en el submundo criminal de Oliver Twist.

Asimismo, nos encontramos con diferentes personajes icónicos que siguen este patrón dentro de la ficción especulativa, como Locke Lamora, el astuto estafador de Las mentiras de Locke Lamora de Scott Lynch; Kelsier, el carismático líder de los ladrones en Nacidos de la Bruma de Brandon Sanderson; Kvothe, quien en su juventud sobrevive en la ciudad de Tarbean como un pícaro en El nombre del viento de Patrick Rothfuss; y, por supuesto, Arya Stark, cuya evolución en Canción de Hielo y Fuego de George R.R. Martin la lleva a convertirse en una experta en el arte de la infiltración y el engaño. Todos ellos representan esa astucia, adaptabilidad y moral ambigua que tanto define a los pícaros de la literatura fantástica.

Como escritora de fantasía, no puedo negar que esta influencia ha permeado en mis propias historias. He creado mundos donde los marginados encuentran formas de sobrevivir, donde los pícaros se deslizan entre la inmundicia de oscuros callejones, desafiando a la acomodada sociedad pudiente, y donde la lucha contra la precariedad se convierte en el núcleo de la narración. La astucia, el ingenio y la capacidad de adaptación se convierten en armas más poderosas que la fuerza bruta, y los protagonistas a menudo se ven obligados a caminar por la delgada línea entre la necesidad y la moralidad.

El lazarillo de Tormes, 1900 – Luis Menéndez Pidal (Museo de Bellas Artes de Asturias, Oviedo, España)

Aunque en este artículo hago referencia a la oscura época victoriana, no podemos olvidar que el género picaresco nació en España en el siglo XVI, influyendo profundamente en la literatura europea posterior. La figura del pícaro, ese personaje de bajos recursos que sobrevive a través del engaño, la audacia y la ironía, tuvo su primera gran manifestación en La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades (1554), una novela anónima que marcó el inicio de un género caracterizado por la crítica social y el realismo descarnado. Le seguirían otras obras como El Buscón (1626) de Francisco de Quevedo, que con un tono aún más satírico y mordaz, nos muestra la lucha de un joven por ascender en una sociedad que le cierra las puertas una y otra vez.

Ambas novelas, que tuve la fortuna de leer, me dejaron marca, influyendo en mi manera de entender la literatura. La crudeza con la que retratan la miseria, el hambre y la injusticia sigue resonando hoy en día, y aunque Dickens escribiera siglos después sobre ello, el eco del pícaro español se puede sentir en sus personajes más desafortunados.

No puedo evitar recordar con una sonrisa la famosa escena del queso en Lazarillo de Tormes, donde el joven protagonista, siempre hambriento y obligado a idear ingeniosas estratagemas para conseguir alimento, sufre la burla del ciego con el que vive. En un intento por saciar su hambre, Lazarillo roba un trozo de queso del interior de una jarra, creyéndose más listo que su amo. Sin embargo, el ciego, sospechando del engaño, decide hacer una prueba cruel: olfatea el recipiente y, con la astucia de quien ha aprendido a sobrevivir en la miseria, golpea la jarra contra la cabeza del muchacho, dejándole más que solo un dolor físico: una lección que no olvidará.

Este tipo de episodios, que mezclan la picardía con la tragedia, son la esencia del género picaresco y reflejan la dura realidad de aquellos que viven al margen de la sociedad. Es una temática que sigue vigente en la literatura, y que trataré con más profundidad en otro artículo, explorando cómo estos pícaros han evolucionado hasta convertirse en figuras esenciales dentro de la fantasía moderna.

 

Un legado eterno

Hoy, al recordar a Charles Dickens, no solo hago hincapié en su genio, sino también el impacto personal que tuvo durante mi infancia y que fundamentó mi camino como escritora. Sus historias me enseñaron que la literatura no solo debe entretener, sino también revelar verdades incómodas, desafiar lo establecido y, sobre todo, dar voz a los que nadie quiere y han sido arrinconados.

Así que, en este aniversario, vuelvo una vez más a recordar con cariño, las páginas de Oliver Twist, con la misma fascinación con la que lo hice de niña, agradecida por haber encontrado en Dickens una guía cuya influencia seguirá resonando en cada palabra que escriba.

 

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Gemma N. Escarp
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Comentarios

  1. Sin duda, Charles Dickens es otro grande de la literatura, y nos ha dejado obras que ya son inmortales. No me extraña que haya sido fuente de inspiración desde pequeña.

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