En los oscuros confines del inframundo, entre los susurros de las sombras y el eco de las lamentaciones, surcan los vientos las Furias, guardianas de la justicia divina. Con alas ennegrecidas y ojos centelleantes, danzan al ritmo de la venganza, tejiendo la tela de la retribución.
Su presencia es un espectáculo de terror y majestuosidad, con sus cabellos serpentinos ondeando al viento y sus gritos llenos de ira resonando en las profundidades del alma. Son las guardianas de la moralidad, las protectoras de la ley divina, y su juicio es implacable como el curso del río Estigia.
Bajo el manto estrellado del Olimpo, las Furias vigilan los destinos de los mortales, acechando en las sombras y persiguiendo a los culpables con su férrea determinación. Su mirada atraviesa el velo del tiempo, recordando a los vivos la fugacidad de la vida y la inevitable justicia del destino.
En cada suspiro del viento y en cada sombra alargada, las Furias son el recordatorio eterno de que ningún crimen queda impune y ningún pecado queda sin castigo. Su danza eterna, impregnada de pasión y de poder, es la esencia misma de la balanza divina que mantiene el equilibrio en el cosmos. Seguir Leyendo