En las orillas de los ríos y en lo más profundo de los lagos, se ocultan las Mozas del Agua, criaturas mágicas que danzan entre las sombras del crepúsculo. Con trenzas doradas que se mecían al viento y capas tejidas con hilos de plata y oro, estas guardianas acuáticas tejen sus encantamientos al ritmo de melodías que solo el río puede susurrar.

Al despertar, emergen del agua como el reflejo del alba, portando madejas de hilo de oro que brillan con la luz del amanecer. Bailan con gracia sobre las rocas húmedas, secando al sol sus creaciones mágicas mientras el mundo despierta a su alrededor. Sus huellas, marcadas por flores de colores vibrantes, narran historias de vida y renacimiento, revelando el poder oculto en cada paso que dan.

Cuentan las leyendas que aquellos que logran capturar un destello de su esencia son guiados hacia el palacio subacuático, donde aguarda la promesa de un amor eterno con la más hermosa de las Mozas del Agua. En el día de San Juan, la tierra se viste de misterio mientras el mozu del agua y su esposa sembran tesoros por los senderos del monte, otorgando afortunados dones a quienes encuentran sus regalos ocultos.

En la memoria colectiva de la península ibérica, estas criaturas místicas trascienden el tiempo, recordándonos la profunda conexión entre la humanidad y el fluir eterno de las aguas. Susurran secretos ancestrales al viento y danzan al compás de la naturaleza, recordándonos que en cada rincón de la tierra, la magia aguarda pacientemente su momento para ser descubierta.

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