En los anales del tiempo, entre los velos del misterio, se encuentra el Ouroboros, una serpiente eterna que abraza su propia cola en un ciclo sin fin. En su esencia, es el eco de la creación, el susurro del universo en constante renovación.
Sus escamas relucen con la luz de mil soles, tejiendo un círculo de oro que abarca la totalidad del cosmos. En su eterna danza, la serpiente devora el pasado mientras da luz al futuro, marcando el ritmo del tiempo con su aliento cósmico.
En cada tramo de su espiral, el Ouroboros nos recuerda que el principio y el fin son uno solo, entrelazados en el tejido de la existencia. Es la promesa de un renacimiento perpetuo, el símbolo de la eterna transformación del alma.
Bajo su mirada insondable, los secretos del universo se despliegan como las páginas de un antiguo pergamino. El Ouroboros nos invita a contemplar la maravilla de la vida, a aceptar el fluir del tiempo con serenidad y gratitud.
En el corazón de la noche estrellada, el Ouroboros permanece como un faro de sabiduría, guiándonos a través de los ciclos infinitos de la existencia hacia la comprensión última de nuestra conexión con el cosmos.