Portada » Hermana gemela mala

¡Haz clic para puntuar esta entrada!

(Votos: 9 Promedio: 4.7)

Cuando Gemma me propuso participar como redactora en su web, me encantó la idea, pero cuando me dijo que hablaría de ciencia ficción y distopías, me temblaron las piernas. No me considero experta en ciencia ficción, pero sí que soy una entusiasta de las realidades alternativas fantásticas. La responsabilidad del reto era importante.

Pero me lancé de cabeza.

Para empezar, voy a definir el concepto que, aunque parezca obvio, no todo el mundo conoce. Distopía es, según la RAE, representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana y lo opuesto de utopía. Es un mundo alternativo donde todo va mal, para entendernos.

Una vez definido el concepto voy a explicar porque me gusta tanto.

En la vida real, soy una persona bastante optimista. La mayoría de las ocasiones, pienso que las personas son buenas y no tienen mala intención, luego me llevo los palos, claro. En los conflictos diarios intento ver la parte positiva de la situación, si la hay, y si no la hay, las posibles soluciones.

Pero en la escritura, me gusta la sangre, el terror, el sometimiento y la desgracia. Y odio los finales que son simplemente felices.

Qué paradoja, ¿no?

Pues quizá no tanto.

La escritura tiene, entre otras cosas, una función liberadora. En mi caso, saca a la luz todos los pensamientos negativos, miedos, preocupaciones y anticipaciones de lo que puede salir mal en las relaciones sociales o personales y que, normalmente, reprimo y guardo en un cajón de mi mente muy oscuro, profundo y cerrado con llave.

En el folio en blanco mi hermana gemela mala, la “don pésima” cruel y malpensada, ansiosa de sangre y violencia, que en la vida real permanece reprimida, se desata. Y quiere salir y destrozarlo todo a su paso.

Para mí, esa es la función de la ficción distópica. Como también lo hace el terror, las distopías ponen sobre la mesa nuestros miedos y deseos ocultos y nos ponen un espejo de lo que podemos llegar a ser, el monstruo en el que nos podemos convertir si no ponemos de nuestra parte.

Y está bien que lo hagan, porque contrariamente a lo que pensaba Rousseau, el hombre (o la mujer) no es bueno por naturaleza y, con la motivación adecuada, puede llegar a cometer las peores atrocidades.

Para llegar a una distopía no hace falta que el mundo quede arrasado o que una sociedad alienígena nos conquiste, basta un pequeño cambio para desatar el desastre. Como en el “Ensayo sobre la ceguera” de Saramago donde un evento insignificante pero imprescindible, todo el mundo pierde la vista, hace que la civilización caiga y las reglas desaparezcan y el mundo se convierta en una jungla.

No pretendo meter miedo, como decía, yo soy de naturaleza optimista. Simplemente quiero poner en valor la ficción especulativa y su función liberadora y perturbadora. Si una historia distópica nos perturba y nos hace reflexionar ha cumplido su cometido.

Concluyo con una frase de nuestro querido George Orwell: “Para hacer cumplir las mentiras del presente, es necesario borrar las verdades del pasado.” Y con la petición de que el todo sometimiento y el sufrimiento de la humanidad se quede siempre en el papel.

Deja un Comentario

0
    0
    Carrito
    Tu Carrito esta vacío Volver a la Tienda