Cuando San Valentín se celebraba con sangre

14 febrero, 2025 por Gemma N. Escarp

Cuando pensamos en San Valentín, la imagen que nos viene a la mente suele estar llena de corazones, flores y chocolates. Sin embargo, la historia real de esta festividad está lejos de ser romántica. Antes de convertirse en el “Día del Amor”, el 14 de febrero estuvo marcado por rituales paganos, degüello de cabras, jóvenes azotadas con la piel recién desollada (de las cabras) y emparejamientos al azar. Y no, no es una broma.

 

La fiesta de la fertilidad

Mucho antes de que los cristianos intentaran dar un giro más “civilizado” a la festividad, los romanos celebraban entre el 13 y el 15 de febrero, una de las festividades más antiguas y extrañas de su calendario: la Lupercalia.

Literatura. Pinturas Romanas Grupo 413.

Su nombre proviene del latín y está relacionado con la palabra “lupus” (lobo), un animal de gran simbolismo en la mitología romana. Esta festividad estaba dedicada a Fauno, una deidad pastoril vinculada a la naturaleza salvaje y a la fertilidad, pero en esta celebración se le veneraba bajo la advocación de Luperco, protector de los rebaños y guardián contra los ataques de los lobos.

Además, la festividad estaba estrechamente ligada a la leyenda fundacional de Rómulo y Remo, los gemelos que, según la tradición, fueron abandonados en el río Tíber y salvados por una loba que los amamantó. La cueva donde, según la mitología, fueron criados, se conocía como el Lupercal y se encontraba en la base del monte Palatino, una de las siete colinas de Roma. Para los romanos, este relato no solo explicaba el origen de su ciudad, sino que reforzaba la importancia del lobo como símbolo de fuerza, supervivencia y protección, elementos que se reflejaban en la propia celebración de la Lupercalia.

 

Un festival de sangre 

Fiestas lupercales, óleo sobre lienzo de Andrea Camassei (1635).

Durante la Lupercalia, los sacerdotes encargados del ritual llevaban a cabo sacrificios de cabras y perros, animales asociados a la purificación y la fertilidad. La piel de estos sacrificios no se desperdiciaba, sino que era cortada en tiras y empapada en sangre para un curioso ritual: azotar a las mujeres jóvenes que se ofrecían voluntariamente, pues se creía que este gesto aumentaba su fertilidad y les traía buena suerte en el matrimonio.

Además de estos rituales, la festividad incluía un peculiar sorteo amoroso, en el que se colocaban los nombres de hombres y mujeres en una urna para formar parejas al azar. En muchos casos, estos emparejamientos temporales evolucionaban en relaciones más duraderas e incluso en matrimonios.

A pesar de lo cruento que pueda parecernos hoy, para los romanos esta celebración no era un acto de violencia, sino un ritual de purificación y renovación que, además de fortalecer los lazos entre los participantes, buscaba asegurar la prosperidad de la comunidad.

 

El emperador que prohibió el amor

Siglos después de la Lupercalia, otro hombre poderoso decidió intervenir en los asuntos del amor, pero no para fomentarlo, sino para prohibirlo.

En el siglo III d.C., el emperador Claudio II el Gótico determinó que los hombres jóvenes y solteros eran mejores soldados que los casados, ya que no tenían familia a la que aferrarse ni razones para evitar la guerra. Convencido de que estar casados debilitaba a sus tropas, prohibió los matrimonios entre los jóvenes para asegurar que su ejército estuviera completamente enfocado en la batalla.

Sin embargo, un sacerdote cristiano llamado Valentín desafió la orden imperial y continuó casando parejas en secreto. Su desobediencia no pasó desapercibida, y al ser descubierto, fue arrestado y sentenciado a muerte.

 

¿Condenado por celebrar matrimonios o también por ser cristiano?

Si bien la versión más popular de su martirio sostiene que San Valentín fue ejecutado por desafiar la prohibición de matrimonios, algunos relatos sugieren que su verdadero “delito” fue ser cristiano en una época en la que la fe aún era perseguida en el Imperio Romano.

Otras versiones de la historia afirman que Valentín ayudaba a los cristianos perseguidos y que, al ser descubierto, fue arrestado y llevado ante Claudio II. Al parecer, el emperador tenía cierto respeto por el sacerdote e incluso le ofreció su libertad a cambio de que renunciara a su fe. Valentín, sin embargo, se negó a abjurar del cristianismo, lo que selló su destino.

Fuera por casar parejas en secreto, por desafiar la autoridad imperial o por su fe cristiana, lo cierto es que Valentín fue ejecutado el 14 de febrero del año 270 d.C., convirtiéndose en mártir de la Iglesia y, siglos después, en símbolo del amor romántico.

 

Un romance en la prisión

San ValentínLa historia de San Valentín no termina con su martirio. Existen diversas versiones sobre los últimos días de su vida, pero una de las más extendidas es la de su trágico romance en prisión.

Se dice que mientras permanecía encarcelado en Roma, esperando su ejecución, Valentín conoció a Julia, la hija de su carcelero, Asterius. La joven era ciega de nacimiento, y, en sus largas conversaciones con el sacerdote, comenzó a desarrollar un gran afecto por él. Valentín, además de ser un ferviente defensor del amor y la fe, era un hombre culto, por lo que cada día compartía con Julia relatos sobre historia, ciencia y el mundo más allá de los muros de la celda.

Según la leyenda, Valentín oró fervientemente por ella y, de forma milagrosa, logró devolverle la vista. Este suceso asombró a todos, incluido Asterius, quien, conmovido por la fe y la bondad del prisionero, se convirtió al cristianismo junto con toda su familia. Sin embargo, este acto de fe no fue suficiente para salvarlo de su destino.

El emperador Claudio II, al enterarse de que el prisionero seguía promoviendo el cristianismo y desafiando sus órdenes, ordenó su ejecución. Antes de morir, Valentín dejó a Julia una carta de despedida, en la que se podía leer:

De tu Valentín

Esta última muestra de afecto es considerada por muchos como el origen de la tradición de enviar mensajes amorosos en esta fecha.

Más de dos siglos después, en el año 494 d.C., el Papa Gelasio I decidió erradicar la antigua festividad pagana de la Lupercalia y reemplazarla con el Día de San Valentín, estableciendo el 14 de febrero como una jornada en honor al mártir. Desde entonces, su figura quedó asociada con el amor y la devoción, aunque con el paso del tiempo su historia se transformó en un símbolo más romántico que religioso.

 

El Parlamento de las Aves

Curiosamente, la primera conexión entre el 14 de febrero y el amor romántico no proviene de San Valentín ni de la Iglesia, sino de un poeta medieval: Geoffrey Chaucer.

En su obra El Parlamento de las Aves (The Parliament of Fowls, c. 1382), Chaucer describe un sueño en el que el narrador se adentra en un mundo alegórico donde las aves celebran una asamblea el 14 de febrero para elegir pareja. La obra se ha interpretado como una sátira del amor cortesano, pero también como el origen de la tradición de San Valentín.

Lo más intrigante es que Chaucer no presenta el amor como algo idealizado, sino que introduce referencias a la Divina Comedia de Dante Alighieri, en especial a la inscripción en las puertas del Infierno:

“Por mí se va a la ciudad doliente, por mí se va al eterno dolor, por mí se va entre la raza condenada.”

Este eco de Dante en El Parlamento de las Aves refuerza la idea de que el amor, lejos de ser solo placer y felicidad, es también sufrimiento y condena. Chaucer menciona a los amantes condenados, almas que han caído en desgracia por sus pasiones, vinculando el amor con la pérdida, la desesperanza y la inevitabilidad del destino.

Sandro Botticelli. The Map of Hell, c. 1480-1490.

 

San Valentín en España

Aunque San Valentín es una festividad con raíces europeas, en España su popularidad es relativamente reciente. No existía una gran tradición de celebrar el 14 de febrero hasta mediados del siglo XX, cuando la festividad llegó de la mano de la influencia anglosajona y, sobre todo, de la publicidad.

Se cree que su introducción en España se debe a una campaña de Galerías Preciados en 1948, que promovió la fecha como un día para regalar y celebrar el amor en pareja. La publicidad se encargó de transformar lo que hasta entonces había sido una festividad apenas reconocida en una costumbre popular, similar a lo ocurrido en otros países europeos.

Desde entonces, el Día de San Valentín ha evolucionado hasta convertirse en un evento comercial consolidado, donde el amor se celebra con flores, cenas y regalos. 

En algunas regiones, como Cataluña, la festividad de Sant Jordi ha eclipsado a San Valentín, proponiendo un enfoque más cultural y menos comercial: los enamorados se regalan libros y rosas, en lugar de bombones y cenas costosas.

 

¿Qué celebra entonces, el amor o el consumismo?

A pesar de sus orígenes llenos de mitos y sangre, hoy en día San Valentín es un fenómeno comercial global. Aunque muchas parejas lo aprovechan para compartir momentos especiales, el bombardeo publicitario y la presión social han desvirtuado su esencia, convirtiéndolo en una fecha donde parece que el amor se mide en función del dinero gastado.

San Valentín plantea un dilema: ¿seguimos celebrando el amor o simplemente hemos caído en una trampa de consumo masivo? ¿Es una oportunidad real para fortalecer los lazos de pareja o una fecha diseñada para hacernos sentir obligados a comprar?

Tal vez la verdadera manera de celebrar San Valentín no sea con regalos caros, sino con un gesto sincero. Porque, al final, el amor no se mide en flores ni chocolates, sino en tiempo, compañía e intención.

 

De la sangre al marketing 

Hoy en día, San Valentín es un fenómeno global que mueve millones, pero su historia nos recuerda que, mucho antes de Cupido y los ositos de peluche, el amor estuvo marcado por sacrificios, prohibiciones y un sacerdote que desafió al poder con tal de unir a las almas destinadas a estar juntas.

Y si de autenticidad se trata, yo, por mi parte, volvería al origen de todo: a la Lupercalia, aunque sin las matanzas previas—eso sí que me sobra. Pero hay algo en la idea de celebrar el amor como un acto de conexión con la naturaleza, la fertilidad y la renovación que me resulta más sincero que cualquier escaparate de corazones de plástico.

¿Conocías esta historia? ¿Crees que San Valentín sigue representando el amor verdadero o se ha convertido en un simple producto del consumismo? ¡Déjamelo en los comentarios!

 

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