Crónica de una realidad trastocada

9 julio, 2025 por Susana Torres Cabeza

“Clara habitaba un universo inventado para ella, protegida de las inclemencias de la vida, donde se confundían la verdad prosaica de las cosas materiales con la verdad tumultuosa de los sueños, donde no siempre funcionaban las leyes de la física o la lógica. Clara vivió ese periodo ocupada en sus fantasías, acompañada por los espíritus del aire, del agua y de la tierra, tan feliz que no sintió la necesidad de hablar en nueve años”.

(La casa de los espíritus, Isabel Allende)

Cuando empecé este artículo tenía una idea muy clara en la cabeza de lo que quería escribir. He leído muchos libros de Gabriel García Márquez, me encanta y siempre fue uno de mis escritores favoritos, por lo que quería hablar de ese estilo de literatura que siempre admiré y creí entender.

Así, con las ganas quemándome los dedos, ilusa de mí, me puse a indagar un poco sobre la definición de Realismo Mágico.

¿Qué es el realismo mágico?

Si preguntamos a diferentes expertos o hacemos una búsqueda en diversas fuentes las respuestas serán igual de diversas.

Jesús Cano, doctor en Literatura Hispanoamericana en la Universidad Complutense de Madrid (UCM) afirma que entre las características principales de este movimiento literario se encuentra la “visión de lo sobrenatural sin asombro y de lo natural con máxima perplejidad”. También destaca la presencia de hipérboles y exageraciones, y la importancia de la familia y la genealogía.

Es “una visión donde la oposición racional entre lo real y lo fantástico se diluye” dice Ángel Arias, doctor en Filología Hispánica y profesor de Literatura de la Universidad CEU San Pablo.

Algunos eruditos afirman que solo lo que escribió Gabriel García Márquez se puede considerar realismo mágico. Otros que se circunscribe a una época y lugar determinados.

Hay quien añade que es una respuesta imaginativa a situaciones trágicas de la vida. También hay quien asevera casi nada lo es, pero que está presente en casi todo.

Como comprendéis, después de leer todas estas afirmaciones, me sentía más confusa que al principio. Pero no me rindo fácilmente, así que decidí aplicarme en la búsqueda de puntos en común o características claras que aportaran algo de luz. Releí, con gran placer y cariño, a García Márquez y a Isabel Allende, y buceé entre los cuentos de Cortázar y de otros autores que me habían recomendado.

Pero la investigación se volvía cada vez más frustrante.

No encontraba coincidencias en sus textos, más allá de la proximidad del lugar de origen, la excelente prosa y las ganas de jugar con la imaginación sin cambiar el contexto, de deformar un poquito la realidad para que fuera más llevadera.

Isabel, como hacía también García Márquez, nos explicaba vivencias de sagas familiares instaladas en entornos rurales; Cortázar ambientaba sus narraciones introspectivas en ciudades cosmopolitas; Allende hablaba del amor, la religión, la opresión familiar y el caciquismo, Gabriel lo hacía de política, envidias vecinales, caciquismo y futilidad, y Cortázar de angustia existencial, salud mental y amor.

¿Cuál era el nexo entonces?

¿Es el realismo mágico, simplemente, una licencia para alterar situaciones, para hablar de temas difíciles con metáforas e hipérboles y sacarnos una sonrisa dentro de la profundidad o la tragedia de una historia?

Es tan sutil la diferencia entre un cuento de fantasía y otro escrito desde el fabulismo, es tan fina la diferencia entre un cuento con elementos surrealistas y otro que juega con el realismo maravilloso, es tan pequeña la distancia entre una historia realista que habla desde la hipérbole y otra que lo haga desde el realismo mágico que, igual que otros antes, mi cabeza empezaba a redescubrir este último género en muchas narraciones antiguas y actuales.

Las últimas películas de Buñuel son claramente surrealistas, pero ¿y las primeras? ¿Acaso no se cuela la magia en el absurdo realismo costumbrista de Los olvidados o El ángel exterminador? Y de nuevo, son las películas lienzo de Lynch una pesadilla onírica y surrealista o quizá las reglas de la realidad se rompen sin que a nadie le sorprenda demasiado y no es un sueño sino magia lo que nos encontramos en la maravillosa Twin Peaks. Y que me perdonen algunos, pero hasta en la segunda parte de El Quijote he visto indicios de esta exageración de la realidad. ¿Acaso sería Shakespeare, con Sueño de una noche de verano, un escritor de realismo mágico si hubiera nacido en la época y lugar adecuados?

Pero no, todo eso no es realismo mágico, me corregían una y otra vez.

Desesperada lancé mi pregunta en un grupo literario:

¿Cómo saber entonces si estamos ante un realismo mágico?

Aquí algunas respuestas dadas por mis compañeros:

-Cuando la historia contada por un personaje a otro del mismo mundo les parece realista pese a tener elementos fantásticos.

-Los personajes se encuentran con un elemento fantástico, pero no afecta a sus vidas ni les traumatiza.

-La magia está allí o se la encuentran por el camino, de forma sutil o no, pero no altera la historia ni a los personajes.

No es un tema fácil afirmaban los profesores.

“Sobre todo, nunca le pareció legítimo que la vida se sirviera de tantas casualidades prohibidas a la literatura para que se cumpliera sin tropiezos una muerte tan anunciada”.

(Crónica de una muerte anunciada, Gabriel García Márquez)

En menudo lío me había metido.

Así que tenía dos opciones. Dejar el artículo por imposible, abandonarlo en un cajón, cosa que casi hago, o tirarme a la piscina con una idea muy loca que me rondaba en la cabeza.

A pesar de las diferencias de opinión y las discrepancias, la mayoría de las definiciones coinciden en que la etiqueta de realismo mágico define un género donde lo irreal se filtra en nuestras rutinas, donde lo extraño y onírico se presentan como algo cotidiano y común. La magia se cuela por las rendijas de la realidad sin alterarla demasiado, sin que los personajes le den demasiada importancia.

Y los artículos, en mi opinión deben siempre ir un poco más allá o se convierten en un recopilatorio aburrido de opiniones de otros, así que, y a sabiendas de que entraba en terreno de controversia, decidí arriesgarme.

Con el permiso del maestro Gabo, voy a hablar de Riverdale.

Riverdale es una serie juvenil, basada en los cómics de Archie, que narra las historias de un grupo de adolescentes que estudian en el instituto del pueblo en el que viven y las de sus padres que se conocieron en el mismo instituto años atrás. La serie trata los problemas típicos de la adolescencia con personajes bastante prototípicos.

Hasta aquí todo normal. Una serie más de tantas típicas adolescentes.

Aparentemente.

Porque hay más.

Para empezar, hablamos de un pueblo en el que todas las familias están ligadas por una historia previa de conflicto y sangre. Por si fuera poco, gobiernan el pueblo un par de caciques, La familia Blossom a la cabeza y más tarde la de los Lodge, que, como en las mejores historias de sagas de terratenientes y dictadores, modifican las leyes y las dinámicas del pueblo a su antojo.

En este contexto, Riverdale, introduce a veces elementos fantásticos y extraordinarios, otras simplemente exagerados. A pesar de que aparezcan asesinos en serie, sectas, muñecos diabólicos, otras dimensiones, visitas diabólicas o superpoderes, los protagonistas incorporan todo ello a su vida con normalidad porque lo que más les preocupa son sus problemas familiares, si conseguirán graduarse a tiempo y por supuesto, y como en las mejores series teen, quién liga con quién.

Tomemos por ejemplo a Cheryl Blossom, una de las protagonistas. Cheryl quemará su propia casa, encerrará a su madre, hablará con el cadáver de su hermano, tendrá poderes piroquinéticos, será una falsificadora de cuadros y una sacerdotisa espiritual, sin que ninguna de esas cosas cambie sus rutinas en demasía.

Cheryl será, durante todas las temporadas y a pesar de todo, una adolescente frívola y manipuladora, reina del baile y jefa de animadoras que se enamora de la nieta de aquellos indígenas a quienes su familia robó las tierras.

De hecho, en algún momento de la serie, los personajes afirman que esa es su normalidad. Para ellos, Riverdale está lleno de oscuridad y perseguir asesinos en serie o gurús de secta es a lo que están acostumbrados. Una y otra vez se encontrarán con elementos raros y casualidades funestas que los golpearán, pero ellos se levantarán y los incorporarán a su vida con resignación. Incluso después de ser disparados, huir de asesinos o de la cárcel, conspirar, enterrar o desenterrar algún cadáver o viajar en el tiempo, siempre tendrán un momento para volver a Pop’s, su lugar de encuentro y alma del pueblo, a tomar un batido.

Si quitáramos todos los aspectos sobrenaturales, la serie seguiría funcionando como serie de adolescentes que es. El triángulo amoroso Betty, Jughead y Archie, a pesar de ser un cliché, nos entretiene y también lo hacen los conflictos generacionales, de identidad o de pertenencia y los sabotajes mafiosos por parte de los caciques del pueblo.  Los elementos fantásticos o exagerados simplemente se integran en ella para darle mayor tensión o para acentuar las características de los personajes, pero no se perciben como demasiado extraños.

Quizás, al final, simplemente es un pueblo con mala suerte.

Le explicó a toda prisa que su automóvil se había descompuesto en la carretera. El marido que era mago de fiestas estaba esperándola en Barcelona para cumplir tres compromisos hasta la media noche y quería avisarlo que no estaría a tiempo para acompañarlo… Esa misma tarde María fue inscrita en el asilo con un número de serie y con un comentario superficial sobre el enigma de su procedencia y las dudas sobre su identidad”.

(Solo Vine a hablar por teléfono. Doce cuentos peregrinos. Gabriel García Márquez)

O marcado por el destino.

“El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en el que llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros”.

Así comienza Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez en un inicio que ya nos predice lo que va a pasar. Todos gritamos a Santiago Nasar que no vaya a su casa, pero, a la vez, sabemos que es tarde, porque la muerte lo tiene en su lista y el azar ha marcado su sino.


He querido acabar con esta novela corta porque es una de mis favoritas. En ella la prosa sugiere y acompaña, divierte y asusta, te hace sufrir y te atrapa en su laberinto mágico de casualidades. Con ella cerramos el artículo no sin antes recordar, una vez más, que no debe importarnos demasiado si no sabemos qué etiqueta poner a una narración y que la buena literatura no necesita miles de páginas, sino solo dejar que la fantasía impregne algunas de ellas.

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Susana Torres Cabeza
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