—¿Eres de ciencias o de letras? —Era una pregunta típica que se hacía cuando yo estudiaba—. Porque ya sabes—seguían con retintín—, el que vale, vale y el que no, estudia letras.
A mí, que siempre me gustó mucho la literatura, la historia y la filosofía, pero también me apasionaba la química o la biología, esta pregunta me ofendía profundamente.
Cuando llegó el momento, como todos, fui obligada a posicionarse entre dos mundos que parecían antagónicos. Me obligaron a elegir. Odiaba las integrales… Así que la decisión fue obvia. Escogí letras mixtas. Y de ese modo, con todo el dolor del mundo, desterré de mi vida para siempre la química.
¿Pero realmente esos dos mundos son tan antagónicos? ¿No hay puntos en común? ¿Tenemos algunos humanos cerebros analíticos y otros, en cambio, los tienen creativos? ¿Son las humanidades tan distintas de las ciencias?
Según mi opinión, la respuesta es que no. La psicología y las neurociencias han demostrado que la creencia de dos realidades separadas es errónea. Puede que nos gusten más unas materias que otras, pero no son incompatibles. Hay muchas personas que, en su día a día, utilizan la frase “Es que soy de letras/ciencias” sin entender que se están autolimitando.
Entonces, según eso, ¿es posible que un ingeniero y un escritor se parezcan? ¿Qué tienen en común un científico y un narrador de historias de ciencia ficción?
Cuando era pequeña, esperaba que nuestro futuro estuviese lleno de coches voladores, trajes auto secantes y aeropatines como los que nos mostraba Marty McFly en Regreso al futuro 2 (1989). De adolescente, esperé ver portales para poder viajar a otros mundos como los que nos enseñaba la serie Stargate SG-1 (1997).
Pero llegamos al 2015 y aquí no había nada de eso.
Una de las cosas que se daban por seguras mientras los ordenadores mejoraban y se hacían cada vez más potentes era que dicha evolución culminaría en nuestra propia creación con alma: robots a nuestra imagen y semejanza que serían capaces de hacer cualquier cosa. Tendríamos androides que harían las tareas de casa, jugarían con nuestros hijos y, por qué no, serían nuestros amigos.
En Star Wars (1977), C-3PO es un robot humanoide destinado a ayudar con la etiqueta y la traducción de los pueblos intergalácticos, pero además es adorable, simpático y tiene sentimientos.
En la novela ¿Sueñan los androide con ovejas eléctricas? (Philip K. Dick, 1968) o en la mítica película basada en ella Blade Runner (Ridley Scott, 1982), los androides han evolucionado de tal modo que son indistinguibles de los humanos.
No estoy muy segura de poder llamar ayudante al aspirador que se enciende y circula por casa cuando no estamos o amigo a ChatGPT, aunque nos pueda ayudar en la traducción de idiomas y conteste a nuestras estúpidas preguntas con otras respuestas no menos estúpidas.
Sin embargo, hubo autores de ciencia ficción que, cuando imaginaron el futuro, sí acertaron en muchas cosas.
Y no es que fueran videntes, sino que fueron visionarios.

Famoso fotograma de la película “Le Voyage dans la Lune” (El viaje a la Luna), dirigida por Georges Méliès en 1902
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En De la tierra a la luna de Julio Verne (1865) se relata el lanzamiento a la luna de un proyectil tripulado. El primer cohete tripulado llegó a la luna cien años después (1969).
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En Fahrenheit 451 de Ray Bradbury (1948) imagina una forma de comunicación mediante auriculares, mucho antes de que se inventaran los manos libres Bluetooth de los teléfonos. En la misma novela, el autor se anticipa a la revolución de los televisores son ultraplanos.
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Y en Crónicas Marcianas (1950), el mismo autor explora la robótica y el concepto de inteligencia artificial muchos años antes de que se desarrollaran.
Estos solo son algunos ejemplos. La ciencia ficción está plagada de inventos revolucionarios. Algunos se han ido materializando con los años. Otros son imposibles con nuestra tecnología actual, pero quien sabe dentro de unos años. Muchos de los inventos actuales nos parecieron imposibles hace tan solo un siglo.
La imaginación de los escritores de ficción especulativa o ciencia ficción los ha llevado siempre a pensar más allá, a coger los problemas del presente y buscar posibles soluciones que nadie antes se ha planteado. Las terceras vías, los caminos alternativos…
¿No es eso lo que hacen los ingenieros o los inventores? Imaginar lo que nadie antes se ha atrevido a soñar. Les llaman locos y se ríen de ellos, y unos años después nadie puede vivir sin su tecnología. ¿No es eso, quizás, lo que salvará a la humanidad de su propia aniquilación? ¿Imaginar terceras vías tal y como proponen algunos de los escritores de ciencia ficción actuales?
Dentro de los géneros fantásticos, hay muchos subgéneros. Ya hemos hablado anteriormente del Grimdark, aquel género fantástico en el que no hay héroes y los personajes sufren sin esperanza, porque el mundo es una mierda y no va a mejorar. Es un género que me encanta, pero, hay que reconocer, es deprimente y nihilista.
En contraposición a este subgénero encontramos el Hopepunk. Dentro de la ciencia ficción existen un grupo de autores que todavía tienen esperanza y que creen que un mundo mejor es posible. El Hopepunk, subgénero de la ficción especulativa, parte también de catástrofes y mundos distópicos, pero, a diferencia de otros estilos, sus personajes consiguen hallar un modo de salvar no solo a sí mismos, sino también a su comunidad o mundo mediante, y esto es lo más revolucionario, la negación de la violencia, la bondad y la colaboración con los demás. Consiguen encontrar esa tercera vía o visión alternativa de la que hablábamos.
Una de las obras que se clasifican como Hopepunk es el Cuento de la Criada de Margaret Atwood (1985) o Los Juegos del Hambre de Suzanne Collins (2008). Dos obras que parten de mundos distópicos terribles, pero cuyos protagonistas evolucionan y encuentran la fuerza para no solo salvarse ellas, sino para hacer llegar la esperanza a los demás y cambiar el mundo.
Hay algunos que incluso reclasifican obras como el El señor de los anillos de J.R.R.Tolkien (1954) en este subgénero, porque ¿no es acaso Sam Sagaz, mediante su bondad y su tenacidad, el verdadero héroe de esa saga épica?
Para acabar. Quiero romper una lanza de nuevo por la unión de las ciencias y las letras, disciplinas que en su origen (filosofía) estuvieron unidas. Debemos buscar las semejanzas y no diferencias para lograr soluciones a los actuales problemas y un mundo mejor. Muchos científicos han sido a su vez escritores, y muchos de hombres y mujeres de letras han inspirado, con su imaginación, grandes descubrimientos
Isaac Asimov, sin ir más lejos, fue escritor, pero también profesor de bioquímica, H.G.Wells fue doctor en biología, y entre algunos de escritores emergentes actuales encontramos doctores en biología celular como Celia Corral-Vázquez
Además, ¿no serán los inventores actuales (ingenieros, investigadores, científicos) los locos que, mediante su tenacidad y su esperanza en la humanidad nos salvarán de nuestra propia destrucción? ¿No serán acaso los escritores actuales los que pongan la semilla de imaginación y ganas a los inventores del futuro?
Por eso, la próxima vez que os pregunten si sois de ciencias o letras, contestad con orgullo…: soy de ambas.
Feliz 2025, amigos. Quizá este año, por fin volemos en aeropatines.
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