En Japón, las historias —ya sean escritas, dibujadas o visuales— siempre van un paso más allá.
Tratan todo lo que hacen con una estética inconfundible, porque, por alguna razón que en Occidente no alcanzamos a dominar, tocan un pedazo del alma. Da igual si se trata de grandes producciones o de pequeñas, todas son una joya única y nunca tienen ese poso a fórmula prefabricada y vacía que caracteriza a las grandes máquinas de hacer dinero.
Y esta premisa puede extenderse al género de terror, porque el miedo que el país nipón genera no impacta, seduce. Lo que muchos invierten en efectos sórdidos y brutales, ellos lo traducen en belleza visual, en sutileza, en reverencia. Usan su mitología con un tacto especial y con una espiritualidad que nunca se trivializa. Incluso cuando aparece ese aibō torpe o gracioso, compañero inseparable del protagonista, que rompe la tensión y da un respiro antes del siguiente sobresalto. A mí, esa forma de entender la vida y la muerte —paciente y metódica— me tiene completamente ganada.
En verdad, los japoneses tienen una palabra para describir esa filosofía de trabajo: monozukuri. De ella hablaré en otra ocasión, pero por ahora basta decir que representa la devoción por la creación bien hecha, la búsqueda de la perfección a través de la disciplina, la sensibilidad y el alma. Desde que una obra se concibe, hasta que llega al público, se convierte en una auténtica ofrenda al arte y a quien lo recibe, ya sea como espectador, consumidor o lector.
Algo parecido ocurre con su manera de entender el teatro tradicional —el Nō, el Kabuki o el Bunraku—, donde cada gesto tiene un sentido profundo. No se trata del espectáculo por el espectáculo, sino de preservar una enseñanza. Tampoco busca entretener, sino conectar con el espíritu del relato y honrar a quienes lo presencian.
Esa es la esencia de Ayakashi: Japanese Classic Horror (2006), una serie de animación que rescata tres relatos tradicionales del folclore japonés y los convierte en auténticas obras de arte del terror clásico.
Tres leyendas, una raíz común
Cada arco de Ayakashi adapta una leyenda distinta, y que explicaremos brevemente a continuación.
Yotsuya Kaidan
Título: 四谷怪談 (La historia de Yotsuya)
Episodios: 1, 2, 3 y 4
Dirección: Tetsuo Imazawa
Basada en: Tōkaidō Yotsuya Kaidan (1825) de Tsuruya Nanboku IV.
Entre los espectros que pueblan la tradición japonesa, Oiwa es quizá el más recordado y temido. Su historia nació en el siglo XIX como una obra de teatro kabuki y, desde entonces, se ha convertido en la leyenda de fantasmas más célebre de Japón. Su espíritu —de rostro desfigurado, con un ojo caído y el cabello pegado al rostro— se ha convertido en icono del horror japonés. Aún hoy, los actores de kabuki aún piden permiso a su alma antes de representarla, temerosos de despertar su ira.
Tenshu Monogatari
Título: 天守物語 (La leyenda del castillo del cielo)
Episodios: 5, 6, 7 y 8
Dirección: Kenji Nakamura
Basada en: el cuento homónimo de Kyōka Izumi (1917).
Más cercana a la poesía que al horror, esta historia es una oda melancólica al amor imposible, donde los límites entre la vida y la muerte se disuelven. Su belleza radica en la atmósfera etérea y en la reflexión sobre la fugacidad del amor frente a la eternidad del alma.

Y finalmente, Bake Neko
Título: 化猫 (El gato transformado)
Episodios: 9, 10 y 11
Dirección: Kenji Nakamura
Guion: Chiaki J. Konaka (Serial Experiments Lain).
Los episodios más recordados y que marcaron un antes y un después en el anime de terror japonés. Su atmósfera y su lenguaje visual —inspirados en el ukiyo-e—, junto con su enfoque metafísico del horror, la convirtieron en una obra maestra del anime psicológico y en el precursor directo de Mononoke (2007).
Bake Neko es, en esencia, una fábula moral sobre la culpa y la redención, un relato donde el terror no proviene del monstruo, sino del rencor que lo alimenta.
Cada episodio es independiente, pero todos comparten una estética pictórica inspirada en las xilografías del período Edo. Colores planos, texturas envejecidas y composiciones que parecen grabados en movimiento. El resultado es un viaje visual y sensorial donde el horror no es como lo esperas, sino que transmite una delicadeza sutil.

Bake Neko: el espíritu que nunca olvida
El gato monstruo, narra la historia de una boda interrumpida por una maldición. En la mansión de una familia noble, un extraño boticario llega justo cuando la novia muere de forma repentina. Pronto descubre que el responsable no es un asesino humano, sino un espíritu felino que busca venganza.
El bakeneko es una criatura del folclore japonés. Un gato que, tras vivir muchos años o sufrir maltrato, desarrolla poderes sobrenaturales. Puede hablar, adoptar forma humana y, sobre todo, cobrar venganza contra quienes le hicieron daño.
En Ayakashi, este mito se transforma en un drama moral sobre la culpa, el resentimiento y la justicia. De cuyo desequilibrio surgen consecuencias como espíritus, desgracias o maldiciones. Por eso este espíritu felino no actúa por maldad, sino para restaurar el Wa (和), la armonía quebrada por actos humanos deplorables.
A mí, particularmente, me recuerda a Chessur (Cheshire) el gato de Alicia en el País de las Maravillas en la versión de Tim Burton, con un apariencia inquietante, ambigua, siendo hermoso y aterrador al mismo tiempo.

Belleza en la tragedia
La narración combina la estética teatral del kabuki con la estructura de un misterio sobrenatural. El vendedor de medicinas —figura enigmática que investiga los casos mediante lógica y compasión, enigmático, hierático, más exorcista que médico— se convierte en el eje moral de la historia. Su papel no es eliminar al monstruo, sino entenderlo. A través de su investigación, se revela que cada espíritu es el eco de un sufrimiento humano. Para derrotarlo, no basta con sellarlo, hay que reconocer su dolor.
El nacimiento de Mononoke
El éxito de Bake Neko fue tan grande que inspiró una serie derivada en 2007: Mononoke, dirigida por Kenji Nakamura.
En ella, el boticario se convierte en protagonista absoluto, viajando por Japón para enfrentarse a diferentes mononoke —espíritus atados a emociones intensas como la ira, la pena o el deseo—.
Mononoke elevó esta premisa a un nivel casi filosófico: cada episodio es una meditación sobre la culpa, la represión y la memoria, envuelta en un estilo visual que combina pintura tradicional japonesa, psicodelia y simbolismo.
Lo que en Ayakashi fue una nota brillante, Mononoke la convirtió en arte puro.
Por qué Ayakashi encaja en Halloween
Porque también es una época de recapacitar, en la que muchas personas recuerdan a sus seres queridos que ya no están con nosotros. Ayakashi nos recuerda que el miedo no necesita sangre para estremecer y que hay fantasmas que no persiguen por crueldad, sino porque los vivos les fallaron primero. En esa idea, la de que el horror nace de lo que engendramos, reside toda su fuerza.
Además en estos días el velo entre los mundos se vuelve más delgado, y quizá por eso podemos comprender mejor a los espíritus atormentados.
Datos esenciales
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Título original: 怪 〜ayakashi〜 (Ayakashi: Japanese Classic Horror)
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Estudio: Toei Animation
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Año: 2006
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Género: Terror clásico, folclore japonés
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Episodios: 11 (3 arcos narrativos)
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Derivado: Mononoke (2007)
 
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