La pequeña cerillera de Hans Christian Andersen

31 de diciembre de 2023 por Gemma N. Escarp

Portada » La pequeña cerillera de Hans Christian Andersen

¡Haz clic para puntuar esta entrada!

(Votos: 4 Promedio: 5)

Nota: Si no has llegado a leer este cuento nunca, te aconsejo que lo leas primero antes de esta introducción y que la saltes, ya que puedo desvelar partes del mismo. Más adelante, está incluido.

Introducción

Es Nochevieja, un momento ideal para la introspección mientras nos despedimos del año pasado y abrazamos la llegada de un nuevo ciclo. En mi caso, no hay mejor manera de representar esta transición que a través del relato atemporal de “La pequeña Cerillera” de Hans Christian Andersen, ambientado a finales del siglo XIX y precisamente, durante la última noche del año.

El renombrado autor danés nacido en 1805, nos legó innumerables cuentos infantiles que han perdurado a lo largo del tiempo. Entre sus historias, “La pequeña Cerillera” destaca por su capacidad para conmover y enseñarnos una profunda lección.

Como escritora, este cuento marcó un hito en mi vida. Fue mi primer encuentro con la narrativa “fantástica”, ya que la pequeña protagonista va imaginando situaciones agradables bajo el calor de una cerilla, y fue el desencadenante de mi pasión por contar historias. Recuerdo vívidamente cómo, al leer este relato durante mi infancia, me estremeció profundamente. El impacto de su desenlace me llevó a llorar durante días y a querer cambiarlo como fuese. Descubrí asombrada, que los cuentos no siempre tienen un final feliz y aprendí la crueldad gratuita que gastan algunos autores con sus protagonistas… Hay que tener en cuenta que hasta ese momento, todo cuento que había caído en mis manos, había incluido un final idílico en el que todo se resolvía de manera feliz. Así que, debido a este monumental enfado y siendo muy pequeña, me embarqué en la cruzada de cambiar lo que me llegó a generar tanta tristeza por historias que me gustasen más.

Sin embargo, con el tiempo, llegué a comprender que Hans no era despiadado, sino que pretendía enseñar una gran lección, la verdadera esencia de este cuento, que obviamente de niña no supe comprender. Más allá de su tristeza y desolación aparentes, “La pequeña Cerillera” ofrece una lección invaluable sobre encontrar luz en la oscuridad y ser feliz incluso en las circunstancias más difíciles.

En esta Nochevieja, mientras el año llega a su fin, reflexiono sobre cómo este cuento no solo marcó mi infancia, sino que también moldeó mi perspectiva hacia las situaciones adversas y la forma que tenemos de enfrentarnos a la vida misma. Valorar lo pasado, incluso las experiencias más desafiantes, se ha vuelto crucial en mi proceso vital, sobre todo el tocante al creativo, tratando siempre de transformar y generar otras realidades a partir de aprendizajes.

Por lo tanto, considero indispensable compartir este relato en este momento tan especial del año y que sea además, el primer autor sobre el que creo un artículo y que marcó tanto mi trayectoria.

Hans Christian Andersen, nos recuerda la importancia de encontrar la belleza en las situaciones más difíciles, una enseñanza que se vuelve aún más relevante al despedir un año que se va y dar la bienvenida a uno nuevo. Con este artículo se cierra más de un ciclo para mí.

 

 “La pequeña Cerillera” de Hans Christian Andersen

 

¡Qué frío hacía!; nevaba y comenzaba a oscurecer; era la última noche del año, la noche de San Silvestre. Bajo aquel frío y en aquella oscuridad, pasaba por la calle una pobre niña, descalza y con la cabeza descubierta. Verdad es que al salir de su casa llevaba zapatillas, pero, ¡de qué le sirvieron! Eran unas zapatillas que su madre había llevado últimamente, y a la pequeña le venían tan grandes, que las perdió al cruzar corriendo la calle para librarse de dos coches que venían a toda velocidad. Una de las zapatillas no hubo medio de encontrarla, y la otra se la había puesto un mozalbete, que dijo que la haría servir de cuna el día que tuviese hijos.

Y así la pobrecilla andaba descalza con los desnudos piececitos completamente amoratados por el frío. En un viejo delantal llevaba un puñado de fósforos, y un paquete en una mano. En todo el santo día nadie le había comprado nada, ni le había dado un mísero chelín; volvíase a su casa hambrienta y medio helada, ¡y parecía tan abatida, la pobrecilla! Los copos de nieve caían sobre su largo cabello rubio, cuyos hermosos rizos le cubrían el cuello; pero no estaba ella para presumir.

En un ángulo que formaban dos casas -una más saliente que la otra-, se sentó en el suelo y se acurrucó hecha un ovillo. Encogía los piececitos todo lo posible, pero el frío la iba invadiendo, y, por otra parte, no se atrevía a volver a casa, pues no había vendido ni un fósforo, ni recogido un triste céntimo. Su padre le pegaría, además de que en casa hacía frío también; sólo los cobijaba el tejado, y el viento entraba por todas partes, pese a la paja y los trapos con que habían procurado tapar las rendijas. Tenía las manitas casi ateridas de frío. ¡Ay, un fósforo la aliviaría seguramente! ¡Si se atreviese a sacar uno solo del manojo, frotarlo contra la pared y calentarse los dedos! Y sacó uno: «¡ritch!».

¡Cómo chispeó y cómo quemaba! Dio una llama clara, cálida, como una lucecita, cuando la resguardó con la mano; una luz maravillosa.

Parecióle a la pequeñuela que estaba sentada junto a una gran estufa de hierro, con pies y campana de latón; el fuego ardía magníficamente en su interior, ¡y calentaba tan bien!

La niña alargó los pies para calentárselos a su vez, pero se extinguió la llama, se esfumó la estufa, y ella se quedó sentada, con el resto de la consumida cerilla en la mano.

Encendió otra, que, al arder y proyectar su luz sobre la pared, volvió a ésta transparente como si fuese de gasa, y la niña pudo ver el interior de una habitación donde estaba la mesa puesta, cubierta con un blanquísimo mantel y fina porcelana. Un pato asado humeaba deliciosamente, relleno de ciruelas y manzanas. Y lo mejor del caso fue que el pato saltó fuera de la fuente y, anadeando por el suelo con un tenedor y un cuchillo a la espalda, se dirigió hacia la pobre muchachita. Pero en aquel momento se apagó el fósforo, dejando visible tan sólo la gruesa y fría pared.

Encendió la niña una tercera cerilla, y se encontró sentada debajo de un hermosísimo árbol de Navidad. Era aún más alto y más bonito que el que viera la última Nochebuena, a través de la puerta de cristales, en casa del rico comerciante. Millares de velitas, ardían en las ramas verdes, y de éstas colgaban pintadas estampas, semejantes a las que adornaban los escaparates. La pequeña levantó los dos bracitos… y entonces se apagó el fósforo. Todas las lucecitas se remontaron a lo alto, y ella se dio cuenta de que eran las rutilantes estrellas del cielo; una de ellas se desprendió y trazó en el firmamento una larga estela de fuego.

«Alguien se está muriendo» -pensó la niña, pues su abuela, la única persona que la había querido, pero que estaba muerta ya, le había dicho: -Cuando una estrella cae, un alma se eleva hacia Dios.

Frotó una nueva cerilla contra la pared; se iluminó el espacio inmediato, y apareció la anciana abuelita, radiante, dulce y cariñosa.

– ¡Abuelita! -exclamó la pequeña-. ¡Llévame, contigo! Sé que te irás también cuando se apague el fósforo, del mismo modo que se fueron la estufa, el asado y el árbol de Navidad.

Apresuróse a encender los fósforos que le quedaban, afanosa de no perder a su abuela; y los fósforos brillaron con luz más clara que la del pleno día. Nunca la abuelita había sido tan alta y tan hermosa; tomó a la niña en el brazo y, envueltas las dos en un gran resplandor, henchidas de gozo, emprendieron el vuelo hacia las alturas, sin que la pequeña sintiera ya frío, hambre ni miedo. Estaban en la mansión de Dios Nuestro Señor.

Pero en el ángulo de la casa, la fría madrugada descubrió a la chiquilla, rojas las mejillas, y la boca sonriente… Muerta, muerta de frío en la última noche del Año Viejo. La primera mañana del Nuevo Año iluminó el pequeño cadáver, sentado, con sus fósforos, un paquetito de los cuales aparecía consumido casi del todo. «¡Quiso calentarse!», dijo la gente. Pero nadie supo las maravillas que había visto, ni el esplendor con que, en compañía de su anciana abuelita, había subido a la gloria del Año Nuevo.

FIN

 

Reflexiones

Siempre me he preguntado cuál sería el planteamiento que llevaría a Hans Christian Andersen a narrar un cuento de estas características. Su origen fue extremadamente humilde y sé que dedicó “la pequeña cerillera” a su madre, haciendo una increíble descripción de la situación precaria en la que vivían inmersos.

¿Pero qué datos llevarían al gran autor a crear semejante relato?

¿Podría ser una analogía de que el año acaba? y un año es una medida de tiempo relativamente corta, representado como un infante…

¿Pudo llegar a pensar qué era lo que más se sufría en el crudo invierno? El frío seguro… Así quizá le surgió la idea de un personaje descalzo en mitad de la nieve.

¿o qué podría ser lo que más reconfortaba? lo cálido… y la pequeña fuente de calor que representaría encender una cerilla, cuando no se tiene absolutamente nada con lo que calentarse.

¿Cómo llegaría a la conclusión de que el instinto de supervivencia llega a ser más fuerte frente a los abusos de un padre autoritario al que se le tiene auténtico terror y hace que encienda la primera cerilla?

¿Qué sería lo más triste que podría suceder? ¿Morir en la calle de frío viendo a través de un cristal el calor y la opulencia en los hogares?

Alguien sumamente pobre en aquella época, sabría lo que es acabar siendo presa de la confusión mental en una fase avanzada de hipotermia, llegando a padecer delirios, como la sensación de calor o bienestar cuando, de hecho, la temperatura corporal está disminuyendo.

Conclusiones

Todos estos planteamientos, quizás fueron los precursores de tan magnífica historia, nunca lo sabremos, no obstante a continuación los expondré más exhaustivamente a modo de posible conclusión y/o aprendizaje:

El cuento “La pequeña cerillera” de Hans Christian Andersen es una historia con múltiples capas de significado y sensibilidad. Si bien el autor no dejó registros explícitos sobre las motivaciones precisas detrás de su creación, se pueden inferir reflexiones y elementos contextuales que pudieron haber influido en la génesis de este conmovedor relato.

  1. Experiencia personal y origen humilde: La infancia y los recuerdos de Andersen sobre su propia pobreza podrían haber sido una fuente de inspiración. Su historia personal, marcada por la adversidad económica y su relación con su madre, pudo haber influido en la empatía que muestra hacia los personajes desfavorecidos.
  2. Reflexión sobre el sufrimiento humano: El cuento puede ser una representación alegórica de la lucha contra la adversidad y la crueldad, simbolizada por el frío del invierno y la escasez de recursos. La búsqueda de calor y confort en medio de la desesperación podría reflejar la búsqueda universal de esperanza y supervivencia en situaciones extremas.
  3. Contraste entre opulencia y miseria: La narrativa puede aludir a la disparidad entre clases sociales, representada por la imagen de la pequeña cerillera observando el calor y la comodidad a través de la ventana, mientras ella misma enfrenta la muerte por el frío. Este contraste subraya la injusticia y la falta de compasión en la sociedad.
  4. El poder del instinto de supervivencia: La historia también podría explorar cómo el instinto humano de supervivencia puede llevar a acciones desesperadas, como encender una cerilla para obtener un momento de calor, incluso frente a situaciones de abuso y temor, simbolizando la lucha por la vida en condiciones desfavorables.
  5. El sufrimiento extremo y sus consecuencias: La representación de la confusión mental causada por la hipotermia podría ser una forma de destacar los efectos devastadores del frío extremo en la mente y el cuerpo humano, así como el contraste entre la sensación de bienestar y la realidad cruda.

 

En resumen, “La pequeña cerillera” de Andersen puede haber sido moldeada por diversas influencias, desde sus propias experiencias hasta su observación y reflexión sobre la condición humana, la lucha por la supervivencia, las desigualdades sociales y el sufrimiento extremo. La combinación de estos elementos da vida a una historia poderosa y conmovedora que continúa resonando en el corazón de los lectores.

 

¿Hay algún cuento o historia que sea especial para ti al acabar el año o en momentos significativos de tu vida que haya representado un cambio de perspectiva? ¡Compartamos experiencias y reflexiones!

 

Deja un Comentario

0
    0
    Carrito
    Tu Carrito esta vacío Volver a la Tienda

    TÉRMINOS DE REPUBLICACIÓN

    Puede volver a publicar este artículo en línea o impreso bajo nuestra licencia Creative Commons. No puede editar ni acortar el texto, debe atribuir el artículo a www.equilibria.es y debe incluir el nombre del autor en su republicación Gemma N. Escarp.

    Si tiene alguna pregunta, envíe un correo electrónico info@equilibria.es

    License

    Creative Commons License Attribution-NonCommercial-NoDerivsCreative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs
    La pequeña cerillera de Hans Christian Andersen