El otoño ha llegado y seguimos de manga corta. Más allá del cambio climático, no nos sorprende demasiado tener que llevar la chaqueta por la mañana y pasar calor por la tarde, porque lo que define al otoño no es su temperatura, sino su inestabilidad. El otoño es el puente entre el verano y el invierno, es un portal entre la luz y la oscuridad. Es, junto a la primavera, el mes del cambio.

       Caos: Según el diccionario, el caos es el estado amorfo e indefinido que se supone anterior a la creación del cosmos. También confusión, desorden y comportamiento errático de algunos sistemas. Pero, según la ciencia, los sistemas caóticos no son desordenados, sino que siguen unas reglas subyacentes que los guían. Reglas que son demasiado complejas para entenderlas a simple vista.

   Orden: Colocación de las cosas en el lugar que les corresponde, disposición, clasificación.

Voy a abrir una pequeña ventana al interior de mi oficina.

Imaginad por un momento que tengo un compañero de trabajo cuya mesa es un desastre. Decenas de papeles se amontonan siguiendo un orden que sólo él conoce. Pudiera ser que ese compañero, en cambio, se quejara de mi rigidez y mi obsesión por el orden.

Pues bien, digamos que ambos nos compramos la misma libreta para apuntar las tareas pendientes.

Si, después de unos días, las abrimos veremos que una libreta está llena de garabatos y tachones. No hay márgenes que valgan y el tamaño de la letra varía en función de la prisa y el humor del momento en el que se escriba. Y tiene hojas arrancadas. La otra en cambio, es ordenada y pulcra. Todas las tareas mantienen el mismo tipo de letra y se ajustan con disciplina a un margen imaginario. No solo eso. Conforme se van solucionando los temas, la persona no tacha, sino que subraya con una línea perfecta y recta de un rotulador fosforito.

¿De quién será cada libreta?

Dejemos la oficina.

Nos volvemos a poner la chaqueta porque se ha nublado y el aire es fresco. Ya se aprecian los primeros signos de la estación oscura, pero todavía se está bien en la calle. Hay gente a quien el frío pilla con el pie cambiado y tiritan de frío en sus chancletas.

Llegamos al ocaso del día.

En nuestro idioma llamamos crepúsculo al intervalo previo a la salida del sol o posterior a su puesta, ese momento de equilibrio fugaz en el que luz y oscuridad tienen la misma fuerza. Es un momento de cambio, un umbral de paso.

El contraste entre caos y orden, luz y oscuridad, siempre me ha obsesionado. No solo a mí, claro. La filosofía china basa parte de su espiritualidad en el YIN YANG: Dos fuerzas opuestas y complementarias que dan equilibrio al universo. La luz y el orden tienen en su interior un pequeño y necesario espacio para el caos y viceversa. En la cultura celta celebran la fiesta de Samhain para marcar el inicio de la mitad oscura del año.

Para ilustrar estos conceptos me gustaría hablar de una trilogía extraña y bizarra que me ha dejado con una sensación de desasosiego e incomodidad como hacía tiempo que no me pasaba. Unas novelas de lenguaje exquisito y una trama que amalgama terror, ciencia ficción y fantasía (todavía no sé muy bien cómo calificarla) y que he devorado en tres semanas.

LOS OJOS BIZCOS DEL SOL

Vamos a entrar en la trilogía de Emilio Bueso. Los libros Transcrepuscular, Antisolar y Subsolar.

 

RUPTURA Y CAMBIO

La historia comienza con el robo de una reliquia. Una pequeña transgresión que romperá la ordenada vida de un exmilitar retirado, reconvertido en alguacil municipal de una localidad del círculo transcrepuscular, la zona media del planeta.

Nuestro protagonista, el alguacil, es reclutado en una odisea, una persecución suicida, llena de peligros, para recuperar la reliquia robada. Le acompañarán la regidora de la ciudad, el astrólogo, sus monturas y sus moluscos de simbiosis.

Sí, lo habéis oído bien, sus moluscos de simbiosis.

En el mundo creado por Bueso, la mayoría de las personas entablan simbiosis con moluscos, principalmente caracoles, que les otorgan ciertos poderes, y les protegen de la toxicidad del ambiente. Porque si bien este planeta acogió a los primeros humanos, los antiguos, en un pasado lejano, la atmósfera todavía es hostil para sus organismos.

Las simbiosis curan sus heridas, les otorgan mayor fuerza, visión y longevidad. Como una droga estimulante la conexión con el molusco abre la mente y potencia ciertas cualidades. Como contraprestación, e igual que el drogadicto que no sabe parar, el abuso crea infrahumanos o humanos habitados. Los animistas, místicos de una religión que adora dicha comunión, la llevarán tan lejos que se perderán en ella. O en ellas. Porque la apertura de mente animista requiere de varias simbiosis simultáneas. Cerebro, ojos y oídos trepanados por tentáculos. A mayor número de simbiosis, más sabiduría y más adoración de los acólitos. En su objetivo de saberlo y verlo todo se perderán en la amalgama de mentes y recuerdos y olvidarán lo que son y lo que quieren. Donde empieza el caracol y acaba el humano. Donde empieza el individuo y acaba la colonia. Donde empieza el orden y acaba el caos.

Durante su viaje del héroe, que no solamente será físico, sino cognitivo y espiritual, el alguacil y sus acompañantes preguntarán a estos semidioses representantes de la religión oficial, pero también a numerosos detractores y desterrados, gente que no encaja y que sobrevive en los márgenes del planeta.

La tríada inicial reclutará, de entre todos ellos, a un bandido simbiotizado con una marioneta de trapo que habla por él, una mujer minera de una colonia que congela a sus mejores luchadores, un hombre-caracol que busca venganza por su hermano muerto y un afamado explorador en busca de nuevos caminos por descubrir.

Por último, también se les unirá una luchadora de los antiguos, el pueblo de los primeros humanos que abandonaron hace tiempo el planeta y solo regresa a recoger minerales. Ella vive en un remoto asentamiento militar de la zona antisolar, donde el roce del aire congela la respiración. Ella desprecia la forma de vida de los protagonistas y los considera salvajes. Rechaza con vehemencia la simbiosis y la considera una infección. A pesar de ello, descubrirá la amistad en el alguacil y se ofrecerá a acompañarle y darle apoyo tecnológico.

Buscarán respuestas y en cambio solo encontrarán más preguntas. Juntos descubrirán un gran secreto. Encontrarán una revelación y un enemigo común que combatir.

Dicho objetivo no será fácil y los llevará por un camino tortuoso y amargo.  Su destino se transformará en un infierno físico y personal. Serán herejes en una guerra santa y como tal serán perseguidos.

YINYANG

Esta es la historia de una invasión, una colonización, un conflicto y una guerra.

Esta es la historia de religión contra religión, del choque de civilizaciones, de la espiritualidad contra el materialismo, de la pérdida del equilibrio. Es una historia de la lucha del individuo contra la sociedad y contra las expectativas impuestas.

Es la crónica del ocaso de las civilizaciones y el colapso de la humanidad.

O el principio de ellas

Los ojos bizcos del sol es una trilogía y a la vez un tratado de filosofía.

Bueso nos dispara con las grandes preguntas: Quién soy, adónde voy, de dónde vengo. Y para qué.

¿Debemos abrazar el caos, la fusión mística incondicional de la mente colmena y alegrarnos de la simbiosis con un organismo mejor adaptado y que nos protege del ambiente y los peligros?

O quizá, ¿debemos abrazar el orden de la tecnología avanzada que nos hace viajar rápido y que nos cura rápido, nos abriga y nos guía?

¿Debemos rechazar que el individuo se diluya en una parte del todo o, en cambio, rechazar la sublimación de la individualidad clonada una y otra vez en cuerpos perfectos?

Lo más interesante de las novelas es la evolución de los personajes. Sus férreas creencias iniciales (orden) se llenarán de dudas (caos). Para encontrar lo que buscan, los personajes deberán perderse a sí mismos. Adentrarse en el caos para poner orden en su vida, sufrir, reinventarse y aceptar que el cambio es cíclico y necesario.

CREPUSCULAR

Crepuscular

En definitiva, Emilio nos dispara con metáforas y nos advierte que, si miramos directamente al sol abrasador del desierto, nos quedamos ciegos y que, si nos quedamos demasiado tiempo quieto en el agujero del mundo, morimos congelados.

Conforme avanza la historia, descubrimos que el mejor lugar para vivir es un punto medio, el ecuador de los dos extremos, el cinturón crepuscular. Aprendemos que nuestras costumbres nos parecen horrendas y rutinarias hasta que chocamos con las de los demás y las echamos de menos.

Pensemos en costumbres que no entendemos. Pensemos si nosotros, en otras circunstancias y lugares, podríamos operar como lo hacen esos otros (esto no es una idea mía, en antropología se llama relativismo moral). Pensemos en el recorrido que los ha llevado hasta allí. Nada es malo o bueno del todo. Todo cambia, nada es permanente, todo tiene un porqué.

Quizá en medio del horror, encontremos una pequeña libreta llena de orden y virtud. Quizá si la buscamos, encontremos el equilibrio, nuestro pequeño cinturón crepuscular.

Dejemos que los soles giren a nuestro alrededor y que el trapo nos sople las respuestas a las preguntas.

Porque el trapo sabe.

Por cierto, la libreta llena de caos y tachones es mía.

 

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Susana Torres Cabeza
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