Aún sigue existiendo personas que creen en la licantropía; en otras palabras, en hombres lobo. Hoy, quiero traeros un caso único en España, más concretamente en Galicia, en el siglo XIX, caso que recorrió toda Europa, siendo algo que causó el terror en tierras gallegas. Vengo a hablaros de Manuel Blanco Romasanta, más conocido como el hombre lobo gallego.
Manuel Blanco Romasanta, nació en el año 1809, siendo un niño de pelo rubio, pero curiosamente en su propia partida de nacimiento aparecía el nombre de Manuela. De hecho, sus propios padres llegaron a creer que era una niña, hasta la edad de ocho años. Esto realmente tiene su explicación, ya que recientes estudios por parte de Fernando Serrulla, un forense gallego, vinieron a esclarecer que se trataba claramente de un caso de hermafroditismo. Oséase, estamos hablando de que Manuel realmente poseía sexo femenino pero a la vez segregaba una amplia cantidad de hormonas masculinas que le hacían tener fuertes cambios de comportamiento, llegando a mostrarse bastante agresivo. De corta estatura, ya que no lograría superar el metro cuarenta, llegando a casarse a los veintidós años, ejerciendo mientras tanto como sastre, hasta que su esposa falleció; entonces se dedicaría a ser buhonero, lo que le llevó a viajar por todo el noroeste de la península ibérica. Y a partir de este punto comienza lo realmente interesante de este artículo.
Como bien he comentado anteriormente, en el siglo XIX nacería la leyenda de Romasanta, un hombre que aprovechaba de su ingenio logrando engañar a niños y mujeres para después acabar con sus vidas. Y eso no era todo, se dice que aprovechaba de sus víctimas extrayéndoles el sebo o unto para después venderlo en tierras portuguesas. Pero remontémonos a sus primeros asesinatos, cuando el propio Romasanta fue acusado de acabar con la vida de un alguacil de León, quien supuestamente iba a embargarle por una deuda. Sería entonces condenado a diez años de prisión, pena que no sufriría al fugarse de la ley. Fue perseguido, pero Romasanta supo esconderse bien, hasta que decidió tomar un nuevo rumbo, el pueblo de Allariz, en Orense. Allí, fue donde comenzaría esta leyenda de la que hoy hablo, cuando su primera víctima, Manuela García, junto a su hija, querían irse fuera a vivir, buscando un buen lugar y hogar donde poder servir, y ahí es donde entra Romasanta, haciéndoles creer que en Santander, un buen amigo suyo disponía de una casa, donde ellas podrían alojarse y trabajar. Y así fue como Romasanta comenzó a sumar sus primeras víctimas, llevándolas con él en dirección a Santander. Tras Manuela y su hija vendrían otras tantas mujeres, que acompañadas de sus hijos pequeños, también fueron llevadas por Romasanta camino a Santander. Pasaron los días, meses y años, y en el pueblo jamás llegaron a tener noticias de aquellas que en su día decidieron partir junto a Romasanta en dirección a Santander, por lo que el temor y la incertidumbre comenzaron a crecer entre los familiares de sus víctimas, incluso llegando a sospechar del propio Romasanta, quien en el pueblo le conocían como “el tendero”; entonces, junto a las sospechas, empezaron a aparecer rumores sobre que este se dedicaba a vender grasa y jabón en Portugal, que por lo visto parecía proceder de cuerpos humanos, lo que le llevó a la gente del pueblo a pensar y afirmar que Manuel Romasanta era el temido asesino en serie conocido como el “sacamantecas”, asesino conocido en el siglo XIX por acabar con la vida de seis mujeres y extraerles la grasa corporal y con ella fabricar ungüentos. Esto hizo que una vez más, huyese, pero siempre con un mismo modus operandi allá por donde iba, dejando un reguero de sangre y muerte a sus espaldas.
Al fin pudo ser detenido un 2 de julio de 1852 en Toledo, siendo trasladado a Allariz para que este fuese juzgado. Y aquí es donde viene lo interesante, o se podría decir lo que pone a uno los pelos de punta. Romasanta reconoció haber asesinado a ciertas mujeres, pero no a tantas como se le acusaba; según él, tan solo acabó con la vida de nueve mujeres, y no dieciséis como decían. En dicho juicio, el propio Manuel Romasanta fue capaz de testificar ante el juez de que los asesinatos eran debidos a una oscura y terrible maldición que se cernía sobre su cabeza, dando a entender que se trataba de un hombre lobo. He aquí sus palabras ante el juez, juzguen ustedes mismos.
“La primera vez que me transformé fue en la montaña de Couso. Me encontré con dos lobos grandes con aspecto feroz. De pronto, me caí al suelo, comencé a sentir convulsiones, me revolqué tres veces sin control y a los pocos segundos yo mismo era un lobo. Estuve cinco días merodeando con los otros dos, hasta que volví a recuperar mi cuerpo. El que usted ve ahora, señor juez”.
“Los otros dos lobos venían conmigo, que yo creía que también eran lobos, cambiaron a forma humana. Eran dos valencianos. Uno se llamaba Antonio y el otro don Genaro. Y también sufrían una maldición como la mía. Durante mucho tiempo salí como lobo con Antonio y don Genaro. Atacamos y nos comimos a varias personas porque teníamos hambre”.
Ante estas palabras, el propio juez le dijo que se convirtiese en la sala para demostrar tal hecho, pero Romasanta se defendió aclarando que dicha maldición tan solo duraba unos años, los cuales ya pasaron por lo que le sería imposible volver a convertirse en lobo. Dicho juicio duró un año, viéndose involucrada la reina Isabel II, ya que el abogado de Romasanta defendió su caso intentando demostrar que sufría la enfermedad de “licantropía”, aliándose con un profesor francés, y supuesto hipnólogo, quien pediría también clemencia a la reina Isabel para que no fuese condenado a la sentencia que exigía el juez sobre la cabeza de Romasanta, (la cual era la pena capital, donde se aplicaría a través del garrote vil), y de este modo poder estudiar su caso y entender el origen de dicha maldición, librándole así de dicha sentencia, gracias a que Isabel II sustituyó la pena capital por cadena perpetua. Así fue como Romasanta consiguió eludir su muerte a través de la pena capital; pero eso no es todo, algunos cuentan que este murió en la prisión de Allariz a manos de sus compañeros de celda; también está la versión de que consiguió escapar de dicha prisión, huyendo a los bosques, y otras voces cuentan que realmente murió debido a un cáncer en una prisión de Ceuta allá por el año 1863.
Ahora, tan solo queda pensar si realmente sufría de dicha enfermedad, de “licantropía”, trastorno psiquiátrico capaz de hacer que una persona se crea que puede pasar de ser un humano a transformarse en un animal, y en este caso un lobo, no haciéndole responsable de sus propios actos; o por el contrario se trataba de una simple y retorcida treta por parte de este asesino y de su abogado para librarse de la pena capital a la que fue condenado en un principio. Y ustedes, queridos lectores y lectoras, ¿Qué opinan?
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Arkana dice:
Siguen siendo leyendas que alimentan nuestros miedos colectivos. A mí, por cierto, me encantan.
Gemma N. Escarp dice:
Con cada artículo que publica Luis sube mi nivel de estupefacción. Son brutales.