La leyenda del salto de la reina de Siurana

17 de agosto de 2024 por Gemma N. Escarp

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Una de mis pasiones más amadas es visitar castillos y pueblos medievales. Me fascina explorar sus historias, aunque lo que más me atrae son sus mitos y leyendas, esas narraciones sobrecogedoras que hablan de caballeros, princesas y cruentas batallas quedando grabadas en la memoria colectiva durante generaciones.

Por ello, he decidido inaugurar una nueva sección dedicada a todo el folclore que he ido recopilando a lo largo de mis viajes y excursiones. Este espacio será un lugar donde compartiré las historias llenas de misterio y tradición que he descubierto, las cuales han sobrevivido al paso del tiempo.

Quiero comenzar esta aventura con la leyenda más reciente que he encontrado, proveniente del pintoresco pueblo medieval de Siurana, en Tarragona. Es un lugar cargado de historia y drama. Gracias a su inexpugnable ubicación, encaramado en lo alto de los escarpados acantilados de la sierra del Montsant, Siurana se convirtió en una fortaleza casi impenetrable, un baluarte estratégico que durante años resistió a los intentos de los cristianos por conquistarlo.

Sin embargo, antes de adentrarnos en la leyenda del Salto de la Reina, es importante entender la rica historia de Siurana, que se remonta desde la prehistoria. No hay ruinas de ese período, pero sí un taller de piezas de sílex con forma de flecha cuyos materiales procedían del Montsant y de la Sierra la Llena. Es probable que en aquel entonces, el asentamiento prosperase por ser un lugar protegido en lo alto de un risco, proporcionando una defensa natural formidable.

Con la llegada de los romanos, “Severiana” como la denominaron, fue integrada en la estructura administrativa y militar de su Imperio.

No obstante, su verdadero auge histórico comenzó con la ocupación musulmana de la península ibérica en el siglo VIII. Durante este período, “Xiurana” se fortificó con un “hisn”, término árabe (حصن) que significa fortificación o castillo, normalmente construido en una posición elevada para vigilar un área específica. A partir de entonces, Siurana se consideró un punto clave que controlaba las rutas entre el interior y la costa, así como los pasos de montaña hacia otras regiones.

En su origen era un valiato, es decir, un territorio dependiente del califato que era administrado por un gobernador o valí.

La historia más conocida de Siurana está ligada a la resistencia sarracena durante la Reconquista. En el siglo XII,  era uno de los últimos reductos que quedaban en Cataluña. La alcazaba, situada en un lugar casi inaccesible, se consideraba impenetrable. Sin embargo, en 1153, después de una larga campaña cristiana para recuperar los territorios, las tropas lideradas por Ramon Berenguer IV, el conde de Barcelona, lograron tomar los últimos reductos almorávides.

La caída de Siurana fue significativa porque marcó el final del dominio musulmán en Cataluña. La rendición de la fortaleza fue el último acto de la Reconquista en esta región. Después, el castillo y el pueblo fueron repoblados por cristianos, y el área se integró a los territorios del condado.

La iglesia de Santa María, construida en estilo románico, es uno de los principales vestigios de esta época y aún se conserva en excelente estado.

Perdido su valor estratégico, el castillo de Siurana pasó a ser residencia real o, en ocasiones y aprovechando su escarpada localización, en una prisión: allí estuvieron presos, por ejemplo, Carlos II de Anjou, futuro rey de Nápoles, y sus hijos.

A finales del siglo XV, durante la Guerra Civil Catalana, el castillo recobró una breve importancia estratégica, pero fue finalmente destruido en 1651 durante la Guerra dels Segadors. Sus ruinas sirvieron de cuartel a las tropas napoleónicas durante la revuelta contra la ocupación francesa en 1812, siendo esta la última vez que tuvo un uso militar.

El castillo, aunque ahora esté en ruinas, sigue siendo un símbolo de la resistencia y la historia militar de la región.

 

La leyenda

En este contexto histórico es donde se desarrolla la leyenda de Abd-el-azia, la “Reina Mora”. Esta joven, hija del gobernador almorávide del valiato de Xibrana, confiada en la seguridad que brindaba su fortaleza, decidió celebrar un gran festín mientras las tropas cristianas la cercaban. Durante la celebración, una flecha atravesó una de las ventanas clavándose en la mesa, un signo claro de que el final estaba cerca.

Asustada y consciente del terrible destino que le esperaba a manos de los conquistadores si la atrapaban, Abd-el-azia intentó huir. Montó en su caballo blanco y, en un intento desesperado, lo llevó hasta el borde del precipicio. Al verse acorralada, determinó que su única salida era el abismo que se abría frente a ella. En un acto heroico vendó los ojos del caballo, lo encaró hacia el acantilado y lo azuzó.

Sin embargo, según una de las versiones, en el último instante, se arrepintió e intentó detener al caballo, pero ya era demasiado tarde. Aunque logró frenarlo parcialmente, la potencia de la carrera hizo que ambos se precipitaran al vacío. Como resultado de este intento desesperado, la herradura del caballo dejó una marca profunda en la roca, una huella que aún puede apreciarse. Así culminó la trágica caída de la Reina Mora, quien prefirió el abismo antes que ser capturada.

Después de que Abd-el-azia encontrara la muerte, su cuerpo fue recuperado por los sobrevivientes del pueblo. Los conquistadores cristianos, impresionados por su valentía y trágico destino, decidieron darle un entierro digno. En un gesto de respeto, permitieron que fuera enterrada cerca de la iglesia, aunque no dentro de un cementerio consagrado, debido a su fe musulmana. Así, la tumba exterior pegada al muro de la iglesia se convirtió en su lugar de descanso definitivo.

La zona es hoy un sitio de interés histórico y turístico, conocido como “El Salto de la Reina”.

A pocos pasos de allí se encuentra la iglesia románica de Santa María, construida en el siglo XII, con su supuesta tumba pegada al muro. La iglesia domina la plaza del pueblo ofreciendo vistas panorámicas del impresionante paisaje circundante y es un símbolo de la cristianización del territorio.

Otra versión de la leyenda cuenta que, mientras caía, el vestido de Abd-el-azia se infló como un paracaídas, permitiéndole aterrizar suavemente en el lecho del río Siurana. Sin embargo, esta versión es menos conocida y aceptada, siendo la imagen de la reina y su caballo precipitados al vacío la que perdura como símbolo de la tragedia y el final del dominio musulmán en la región.

La historia real de Siurana, se entrelaza con la leyenda de la Reina Mora, creando una atmósfera de misterio y fascinación que perdura hasta hoy, lo que ha convertido al pueblo en un lugar de gran atractivo turístico, ofreciendo a los visitantes una experiencia y vistas únicas.

“Allà dalt és Siurana, aspra i ardida, ben arrapada a la salvatge altura, coronada d’espais, d’abims cenyida, tota daurada i negra de vellura…”.

Poema de Josep Carner.

 

Así comienza esta sección dedicada a los mitos y leyendas, con la trágica y fascinante historia de Abd-el-azia, la Reina Mora de Siurana.

Espero que os haya gustado.

 

 

Gemma N. Escarp
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