Rumor, el silencio del secreto.

23 de abril de 2022 por Gemma N. Escarp

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Gemma N. Escarp

No se lo podía creer. Había llegado hasta el final del saliente y no continuaba más allá. Dardo estaba que trinaba, ya que al final había decidido arriesgarse, bajar por la muralla del otro lado y caminar por aquella cornisa tan fina. Si realmente el viejo fauno la estaba poniendo a prueba, se estaba quedando sin opciones y haría lo que hiciese falta para saber cuál era el escondite del mequetrefe. Y ahora, no había más camino y, allí colgada, no sabía ni cómo dar la vuelta. Miró hacia lo alto. Al otro lado de la muralla, no había ya nada que pudiese darle una pista. Porque estaba incrustada en la pared de una montaña que seguía subiendo. Había llegado al final de todo.

—¡Condenado crío! —gritó—. Solo sabe que enredar.

¿Cómo podía estar ella encariñada con él? ¡De ninguna manera! Si lo que le venía de gusto en aquel momento era…, ¡estrujarle el cuello!. Lo había pasado fatal hasta llegar allí. Por su culpa.

—A ver Dardo piensa —se dijo a sí misma—. Si no se puede avanzar y subir no lleva a ninguna parte, solo se puede… ¡bajar!

¡No es posible! ¿Cómo iba a descender por ahí? Eso sí que ya tenía mucho peligro. ¿Y si no había nada?. Como el ladronzuelo se estuviera burlando de ella… Paró un instante para inspirar. Debía calmarse porque de todas formas necesitaba averiguarlo. Por nada del mundo quería que la llevasen a la casa de uso. Así que se afianzó a la pared y miró hacia las nubes que había más abajo con mucho respeto. Entonces la descubrió. Una oquedad. La pared de tierra se había caído dejando justo debajo de la muralla un agujero de pequeña dimensión. Dardo se agachó. Temblaba entera. Calculó las posibilidades que tenía de descolgarse por allí. Ninguna. No tenía ninguna. Además no sabía con seguridad si aquella oquedad era una supuesta entrada a algún lugar.

—¡Maldita, maldita y remaldita sea!

Además del miedo a que Fauno la rechazase, se le estaba juntando otro miedo. El de que pronto caería el atardecer y ella andaba colgada sobre un abismo haciendo el idiota. Tenía que seguir. No quedaba otra. Así que respiró de nuevo para tratar de aumentar su valentía y con mucho cuidado se descolgó. Cuando se encontró agarrada del borde, dobló las piernas, las introdujo por la oquedad, envió una plegaria al cielo y se soltó. Cayó dentro, pero con medio cuerpo fuera, colgando. Se replegó rápidamente.

—¡Por todos los dioses que me han ido abandonando! —gritó.

Pero estaba a salvo. Menos mal. Entonces dio media vuelta como pudo, ya que el sitio era bastante estrecho y, efectivamente, la oquedad seguía hacia el interior de la ciudad, a pocos metros por debajo de su suelo.

—Esto no se lo perdono al ladronzuelo. ¿Cómo diantres dio con este lugar?

Estuvo arrastrándose a gatas un buen trecho, hasta que las paredes acabaron por ensancharse dando lugar a un pasillo bastante lúgubre. Que mala espina daba. Se mantuvo un rato al acecho por si captaba algún sonido. No escuchó nada.

—Pues a seguir se ha dicho.

Al cabo de unos minutos, tuvo que empezar a avanzar palpando con las manos, sumida en una densa penumbra, ya que la luz del exterior la había dejado atrás. Unos pasos más adelante, tras una esquina, vio un punto de luz que titilaba. Allí había algo. Efectivamente, acabó por alcanzar la entrada que daba a un cubículo sombrío. Se volvió a quedar quieta, tratando de escuchar si había alguien dentro.

—Hola Dardo —dijo de repente una voz de mujer—. Puedes pasar. 

La chica, tras el respingo que le causó oírla, siguió plantada en el sitio sin moverse, asombradísima por la situación. ¿Quién era esa mujer? ¿Cómo sabía su nombre?.

—Puedes pasar —volvió a repetir aquella voz—. Hace mucho que te estaba esperando. No te va a pasar nada.

Cautelosa, sin acabar de tenerlas todas consigo, Dardo se adentró en el habitáculo.

—¿Quién eres? —logró preguntar casi en un susurro.

—Soy la madre de Rumor.

¿La madre? ¿Qué hacía allí dentro? Pero… ¿Rumor tenía una madre? Se puso a mirar en derredor a ver si obtenía más información que le sirviese. No pudo averiguar más, ya que aquella mujer continuó a hablándole, obligándola a centrar su atención en ella y sobre el oscuro rincón que la ocultaba.

—Sé que eres muy eficaz en tu trabajo —le fue diciendo—, aunque lamento decirte que vales para mucho más, que limitarte a ir matando gentuza por esta ciudad de mala muerte.

Un crujido de ropa se dejó oír. Dardo intuyó que la madre de Rumor se había incorporado. Ese movimiento hizo que se pusiera en alerta de inmediato. No la iba a pillar desprevenida por mucho que la estuviese halagando.

—Vinimos aquí por ti —aseguró la mujer—. Porque debes hacer algo por mí. Eres la única, con las capacidades necesarias, para hacerlo.

Dardo empezó a ponerse nerviosa. ¿Qué insinuaba aquella mujer?

—Tranquila no te preocupes, solo te voy a ofrecer un encargo.

—¿Y de qué se trata? —preguntó la chica muy seria.

Desde luego que tenía muchas más preguntas que aquella, pero solo logró articular esa. Algo en la silueta que percibía, en su esconderse, le producía cierta desconfianza.

—Tienes que llevar esta carta a un lugar muy lejano —dijo, mientras Dardo escuchaba cómo sacudía un trozo de papel, porque no alcanzaba a verlo—. A decir verdad, a otro continente. Es imprescindible que lo hagas.

—Sí claro… Así porque sí —protestó la chica—. ¿Qué pretende que me maten?

—No, nadie te matará. En cambio serás tú la que me matará a mí.

«¡Queeeeeé! Aquella mujer estaba loca. Loca de remate era lo que estaba, sí. Completamente. Ni caso le iba a hacer. ¿Como no iba a estarlo encerrada allí dentro, a oscuras, a saber durante cuánto tiempo?»

—Yo lo siento mucho, de verdad —empezó a excusarse—, pero no la conozco de nada. Supongo que Rumor le ha hablado sobre mí y ha podido mencionar mis habilidades, pero no…, lamentablemente no puedo ayudarla. 

—No. Mi hijo no me ha contado una palabra sobre ti —negó la mujer—. En realidad, no me cuenta nada de lo que hace fuera de aquí. Simplemente te conozco.

—Pues debería cuidar mejor a Rumor —replicó Dardo enfadada tras su confesión de tener abandonado al niño—. Está solo ¿sabe? Va vagando por las calles, malviviendo por su culpa.

—Lo sé, pero eso es porque me estoy muriendo.

Dardo se alejó un par de pasos asustada. ¿Tendría aquella mujer algo contagioso? Sin pensárselo dos veces, agarró el cuenco con la arena ígnea y lo acercó hasta ella. La madre de Rumor, al sentirse expuesta, se llevó los brazos a la cara entre gruñidos. Dardo, tras contemplarla, dejó caer el cuenco por el impacto que le produjo. La arena se desparramó apagándose.

«¡Esa mujer era un monstruo! Mierda, mierda, mierda… y ahora estaba sin luz».

—No huyas —le dijo aquel horror—. No llegarías muy lejos.

Dardo supo por su instinto, que lo que le decía era muy, muy cierto. Hiciese lo que hiciese, no podría escapar.

—Eres tú… -aseguró en cambio la muchacha, en lugar de salir corriendo—. Tú eres la que devoras a la gente por la noche.

Ahora le cuadraba todo. La chica se puso a pensar en qué momento empezó aquel horror. Muchos pensaron que alguna criatura innombrable había cruzado las murallas varios meses atrás. Alguna que proviniese del norte. Lo extraño era que también acababa con los malgamash. Además, era con ellos con los que más se ensañaba. Para su desgracia, al principio de los ataques, mientras llevaba a cabo alguno de los recados nocturnos de más baja índole, había alcanzado a ver su sombra. Una noche incluso, se llevó por delante al hombre al que pensaba asesinar. Reconoció que se había librado de milagro. Dardo, a partir de aquella experiencia, se asustó tanto, que se negó a seguir deambulando durante esas horas. Por eso ahora, había reconocido su contorno.

—Es verdad… —prosiguió Dardo— Todo encaja… El desastre empezó cuando Rumor llegó a Sirquemón… 

—Sí, soy yo —confirmó la madre. Parecía que no pensaba mentirle sobre aquello—. Por eso mismo, debes acabar con mi vida. Pero primero, tienes que entregar esta carta. Cuando vuelvas, te pagaré. Serás rica. Podrás hacer lo que quieras con la tuya. Luego, me matarás.

—¿Por qué quiere que la mate? —le preguntó Dardo sorprendida.

Los malignos no solían querer morir. Al contrario. Poseían un instinto de supervivencia brutal.

—Porque Rumor es lo que más amo en este mundo —le empezó a explicar—, pero es otro mundo el que me reclama y cada día, su llamada es más fuerte. Ya casi no puedo resistirme a ella. No puedo soportar la idea, de que mi hijo llegue a verme así, transformada. No puedo soportar seguir viviendo de esta manera y de que él… tan pequeño…

Dardo se acababa de dar cuenta de que dentro de aquella aberración, había mucho amor aún, muchísimo, y algo en su interior la conmovió. Pero sobre todo, lo que sintió tras sus palabras, era que tenía miedo. Miedo de no poder contenerse más y de matar un día, a su propio hijo. Pobre, pobre Rumor…

—Entiendo —dijo Dardo—. Él no sabe nada de esto ¿verdad?

—No. Pero empieza a sospechar —le respondió el monstruo—. No es tonto precisamente. Solo es el amor que siente por mí, el que le impide ver.

Tras aquellas palabras, tras toda la maldad por sus acciones, había algo más. Algo tan incomprensible que Dardo empezó, en cambio, a comprender. Aquella mujer estaba sufriendo una maldición, una que no había buscado. Ella no quería nada de eso, no quería hacer nada a nadie, pero no podía luchar contra lo que se estaba convirtiendo. ¿Por qué siempre les pasaba las cosas malas a las personas buenas? Había tanto amor en ella… Un amor que nadie, jamás, había sentido nunca por la asesina de Sirquemón.

—¿Y porqué yo? —dijo finalmente la chica.

—Porque tú eres la única persona en este mundo —continuó la madre de Rumor—, que puede llegar a entenderme. También asesinas. Y porque además, tú…, tú también amas a mi hijo con todo tu corazón. Así lo veo y así lo he sentido siempre.

«¡¡¡Pero cómo sabía aquella cosa…, esto… aquella mujer, su secreto más íntimo!!!! Era el colmo…»

—Toma la carta, por favor —le suplicó—. Llévatela. Lo que contiene son mis últimas voluntades. En este trozo de papel, está la única salvación posible para Rumor. Solo cuando estés de vuelta y me confirmes que ha sido leído, que mi hijo estará a salvo, podré descansar en paz.

5/5

Comentarios

  1. Francisco Lopez dice:

    Qué buena pluma. Me encanta tu estilo de narración. Enhorabuena.

  2. Yolanda dice:

    Aiiiix !!!!!! Que tonti estic….la valoració es 5 estrelles peró el meu dit no fa el que li dicta el meu cervell

  3. Pack Oh! dice:

    🎼Se oye un Rumor por las esquinas,
    que anuncia que va a llegar, el dia en que todos los hombres, a E*****s conoceráaaan.🎼
    (Cantar al ritmo de “Rumor”, una canción de Triana).
    Maravilloso spin off, o spin out, o lo que sea.

  4. Isabel dice:

    M’agradat molt Gemma , enhorabona

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